Tras cada victoria en el Abierto de Estados Unidos, fuera ante campeonas de Grand Slam como Mary Pierce o jugadoras de menos nivel como la búlgara Karatantcheva, Svetlana Kuznetsova no descansaba: volvía a las pistas para entrenar. Tiene 19 años, lleva jugando a tenis desde los 14 y cree en el trabajo. Esa conciencia le ha llevado hasta donde ninguna otra jugadora rusa había llegado aún: el título en Flushing Meadows. Y en su primera gran final. Lo logró al imponerse a su compatriota Elena Dementieva por 6-3 y 7-5.

En España el nombre de Kuznetsova suena desde hace tiempo. La rusa se entrena bajo la dirección de Emilio Sánchez y Sergio Casal en Barcelona, adonde llegó en 1999 desde San Petersburgo (allí nació en 1985). Arantxa Sánchez-Vicario se convirtió pronto en su pareja de dobles. La cercanía entre ambas, que volverán a jugar la semana que viene en Bali, es patente: tras ganar su primera semifinal de Grand Slam ante Davenport, hablaron media hora por teléfono.

Consejos de Navratilova

Kuznetsova buscaba consejo. Se dice que lo pidió a todo con quien se encontraba, incluyendo a su pareja actual en dobles, Martina Navratilova, a la que se cruzó en los pasillos del estadio justo antes de la final. "Creo que me miró y pensó que estaba verde o azul. Y luego me dijo: ´está bien, mira, yo lo conseguí en mi primera final, así que tu también puedes". Y pudo. Kuznetsova, según Casal, "a veces necesita 10 o 15 minutos para coger su ritmo". El sábado necesitó menos. Aunque Dementieva le rompió su primer servicio, ella le pagó con la misma moneda en el segundo juego. Y para entonces su derecha, su arma más poderosa, ya funcionaba, pesando mucho más en la balanza que sus errores no forzados (35 frente a 15 de su rival). Que Dementieva volviera a verse atrapada por su saque --el mismo que le costó Roland Garros ante Myskina-- sólo ayudó. El juego lo dictaba Kuztnesova. Y ganó.

Sólo por ver su sonrisa casi infantil y marcada por el aparato de ortodoncia cuando recibió el cheque de un millón de dólares merecería la pena su victoria. Y el triunfo era además la constatación de lo que le había dicho su padre, Alexandr, entrenador de ciclistas, cuando ella se aburría con un deporte que ha marcado a su familia (su madre, Galina Tsareva, fue seis veces campeona del mundo de ciclismo y su hermano Nikolai ganó la plata en ciclismo en los Juegos de Atlanta-96). Alexandr le sugirió en broma que ganaría más dinero jugando al tenis. Tenía razón.

Poder ruso

Tras las victorias de Anastasia Myskina en Roland Garros, precisamente ante la misma Dementieva, y de Maria Sharapova en Wimbledon, Kuznetsova coronó el sábado la revolución rusa que este año ha asaltado las pistas. En Nueva York, 15 de las 32 cabezas de serie eran rusas y cuatro de ellas figuraban entre las diez primeras, incluyendo a Dementieva (sexta) y Kuznetsova (novena), que recordaron a las víctimas del 11-S y de la masacre en el colegio de Beslán. "Rusia es un país poderoso", decía Kuznetsova tras el partido. "Nos gusta competir entre nosotras. Por eso estamos avanzando tan rápido".