El Zaragoza jugó veinte minutos y se sofocó en Riazor. Abrió el marcador con un gran gol de Villa y lo cerró con otro imponente de Ponzio, pero entre medio se le colaron Fernando Torres y, sobre todo, Ibagaza para mandarle al duelo de consolación del Teresa Herrera, en el que se medirá hoy al Sporting de Lisboa (19.00 horas), mientras que Atlético y Deportivo se jugarán el trofeo dos horas después. El Caño fue un gigante en la noche coruñesa, mientras que el Zaragoza empequeñeció con el paso de los minutos, sobre todo en la faceta defensiva, algo que transmite preocupación al tratarse de una de sus zonas más sólidas.

Víctor dispuso un once en el que los posibles titulares tenían mayor peso específico. Se notaba que la prueba era importante para el técnico zaragocista y el primer cuarto de hora deparó muy buenas sensaciones ante un rival demasiado anárquico. El Zaragoza, agazapado y homogéneo, muy bien escalonado en su presión, recuperaba el balón rápido y no dejaba pensar a su rival.

Fruto de ese dominio se adelantó en una jugada para enmarcar. Una buena salida de balón de Movilla, el pase en largo de Galletti que Villa, ante la salida de Leo Franco, mandó a las mallas sin aspavientos. El equipo aragonés, apoyado en el despliegue de Generelo y el manejo de Movilla, mantuvo el tipo cinco minutos más hasta que aparecieron en escena Ibagaza y Torres, con el apoyo de un Luccin más entonado.

DESCONTROL ZARAGOCISTA Una vez que controló el choque, al Atlético no le costó cambiar el rumbo del mismo, sobre todo cuando pasada la media hora Luccin estableció el empate tras un rechace de Aranzabal, de nuevo a muy bajo nivel. Su disparo, desde más de 30 metros, pasó por una nube de jugadores y despistó a Luis García. El gol desquició al Zaragoza y también a Milito, que se dejó ganar la espalda por Torres para que el balón le llegara con todas las facilidades a Ibagaza, que no perdonó ante la meta zaragocista.

La segunda parte casi empezó como acabó. Movilla pudo dar alguna esperanza al Zaragoza con un disparo muy preciso que encontró el largero, pero en la siguiente jugada Torres buscó la diagonal y asistió a Ibagaza, que desde la media luna se inventó de vaselina otro gol maravilloso que sentenciaba el choque cuando restaban casi 40 minutos.

BAJAR LOS BRAZOS Tras el gol, el Zaragoza bajó los brazos, no encontró la brújula y fue un recordatorio del peor equipo que se pudo ver la pasada temporada. El Atlético tenía la pelota, mientras que el conjunto de Víctor acusó un notable bajón físico en la segunda mitad. Movilla notó la falta de ritmo y la defensa dio preocupantes sensaciones, ya que Alvaro se dedicó a mostrarse muy impreciso, mientras que Ponzio y Aranzabal no daban mejores noticias.

El carrusel de cambios fue matando el partido, que se animó un poco con la entrada de Cani y el tanto, de disparo lejano, de Ponzio, que cerró la cuenta de golazos de la noche. De todas formas, no tuvo la ocasión ya el Zaragoza de empatar en un final del encuentro que dejó constancia de la decadencia de Simeone, expulsado tras ocho minutos sobre el césped. De eso y de que el equipo aragonés no termina de arrancar cuando el verano agota sus citas.