Janis Blums quería ser como su hermano, seis años mayor, así que siguiendo sus pasos se apuntó a baloncesto en el colegio, como tantos niños. Su hermano no llegó nunca a profesional, pero Janis fue mejorando, mejorando… y hasta hoy. Con 35 años aceptó el reto que le propuso su excompañero Salva Guardia y ha vuelto a competir en la ACB y a aportar su veteranía al Tecnyconta Zaragoza. Y ha vuelto en forma. Transcurrido el primer mes de competición es el mejor triplista de la ACB con 3,33 por partido. Es el cañonero del Tecnyconta.

«Cuando tengo la oportunidad lanzo a canasta, pero también me aplico en defensa e intento poner energía en el equipo, si hace falta decir algo lo digo, tanto en la pista como en el vestuario. Intento ser profesional y ayudar a los jóvenes dándoles confianza», señala el letón, de momento plenamente satisfecho con la decisión de regresar a España. «Estoy muy feliz, me gusta el equipo, el entrenador, la ciudad, todo está bien. Nuestros primeros partidos fueron difíciles porque teníamos muchos jugadores nuevos, entrenador nuevo y eso siempre es complicado porque cada jugador tenemos que tomar nuestro rol en el equipo. Ahora más o menos lo hemos entendido ya, lo que el entrenador quiere de nosotros, lo que cada uno puede dar en la pista, y las cosas están mejorando».

Tras una amplio periplo europeo, Janis Blums había vuelto a casa, a Letonia, pero no como última parada. «Tenía contrato con el Riga pero un día me llamó Salva Guardia y me dijo que necesitaba un jugador como yo, que ayudara al equipo desde el banquillo, un jugador veterano que fuera un ejemplo para los jóvenes. Jugué bien la pasada temporada, fue un buen año, pero a mi edad hacen falta nuevos retos y para mí es un reto volver a España». El escolta tiene claro cuál debe ser el proyecto de futuro del equipo. «Esta ciudad necesita construir un equipo europeo para el futuro. Porque lo tiene todo, el pabellón, la ciudad, profesionales trabajando en el club… No sé si el año que viene o el siguiente, pero debería ser un equipo de Eurocup».

Blums estuvo cuatro años en Bilbao, así que ya conocía algo Zaragoza. «Nunca había perdido en Zaragoza (ríe). Además he jugado con Salva Guardia en Bilbao. Antes de venir tenía información de todo». En Miribilla coincidió con Guardia y con Predrag Savovic. «Somos profesionales, cuando tenemos que ser serios somos serios y, cuando hay que reír, reímos», asegura, alabando el carácter de Guardia. «Cuando era jugador tenía la misma mentalidad que yo, siempre luchaba, jugaba para ganar, jugaba para él y para la grada, siempre con gran energía. Yo trato de hacer lo mismo», indica.

El letón considera que un equipo con diez jugadores nuevos, varios de ellos debutantes en la ACB, y entrenador nuevo, necesita de un tiempo para ajustar sus engranajes. Para entender lo que pide el técnico, para que cada uno encuentre su sitio y automatizar movimientos. La buena química que, a su juicio, hay en el vestuario es una ayuda inestimable. Y otra muy importante es la afición. «Necesitamos que la gente venga más a los partidos porque es muy importante para nosotros. Pero lo importante para que la gente venga es que el equipo luche. Por supuesto al aficionado le gusta ver ganar a su equipo, pero si el equipo lucha la gente puede entender una derrota, son cosas que pasan en el deporte. Jugamos por nosotros y para la gente, no me gusta que los pabellones parezcan un teatro, me gusta que la gente esté implicada y anime», razona.

JUGAR Y APRENDER / Letonia, Lituania, Italia, Grecia, Kazajistán y, por supuesto, España, conforman la trayectoria deportiva de Blums en sus 17 años como profesional (debutó en la Primera letona en el 2000), un camino que le ha servido para aprender. «He jugado en las mejores Ligas, Italia, Grecia, Lituania… y España es la más fuerte, la más profesional. Es un baloncesto más táctico, hay más detalles. En Grecia también un poco, pero aquí hay mucho scouting, es muy profesional».

No solo aprende de baloncesto, le gusta también conocer la historia y la cultura de cada sitio. «Vivo cerca del casco viejo y me gusta pasear por el Pilar, visitar la catedral, Plaza España, Gran Vía, tomar un café, un chocolate con churros o pinchos. De cada país me gusta llevarme algo, aprender su historia y su cultura», explica. Su familia se ha quedado en Letonia pero hace poco ha recibido una visita muy especial. «Han tenido un descanso en el colegio y mi hijo ha estado aquí diez días entrenando con el equipo júnior y ha disfrutado mucho». Esa es la parte más dura. «Mi hija tiene seis y mi hijo once años y es una edad muy importante para tener a su padre al lado, pero hablé con él de hombre a hombre porque era una gran decisión», asegura el jugador que bombardea el aro. El cañonero del Tecnyconta.