El partido que el Real Zaragoza jugará el domingo contra el Espanyol enfrentará a un equipo que es colista destacado de Primera con otro que ocupa puestos europeos, a un equipo que juega mal al fútbol con otro que lo hace frecuentemente bien, a un equipo triste, de bajísima calidad y atenazado con otro atrevido, fresco y descarado. Pero muy por encima de esas dos realidades deportivas puntuales, el encuentro de Cornellá confrontará dos modelos de entender el negocio del fútbol en tiempos de crisis y dificultades.

Como el Zaragoza, el Espanyol también ha atravesado por periodos prolongados de estrecheces económicas serias y todavía no se ha librado de ellas. Sin embargo, su fórmula para afrontar esa dura travesía por el desierto nada tiene que ver con la que Agapito Iglesias ha aplicado en su desconcertante mandato. Fundamentalmente por una razón: el Espanyol tiene claro el tipo de proyecto que quiere, cree en él y lo pone en práctica con todas las consecuencias. Mientras, el Zaragoza no tiene proyecto alguno: el medio plazo no existe, cada plantilla caduca en junio y cada año las revoluciones se cuentan a pares, una en verano y otra en invierno.

El Espanyol es un buen espejo en el que mirarse para comprender que la imaginación, el trabajo de base, el conocimiento y la fe en una idea dan resultados. Sin dinero, tieso, con grandes problemas económicos, es un club con un plan firme: apuesta por la cantera, fichajes selectivos en puestos claves que mejoren la base de los jugadores de la casa, formación de futbolistas de Primera apetecibles para el mercado, comprar barato y vender caro.

Con esa fórmula, allí viable pero en otros sitios observada con un recelo perenne, ha conseguido que en el primer equipo haya hasta diez jugadores formados totalmente en sus categorías inferiores o con un paso de uno, dos o más años por el Espanyol B (Amat, Dídac, Baena, Javi Márquez, Javi López, Álvaro Vázquez, Thievy, Álvarez, Rui Fonte y Casilla). En el Zaragoza, hay uno, Lafita y se quiere ir corriendo; hubo otros de nivel muy alto que ya no están (Cani, Ander, Zapater...) y los que están y supuestamente tienen un cierto futuro (Kevin, Joel, Ramiro u Ortí) ni siquiera fueron titulares el domingo con el filial. Dos clubs, dos modelos. Uno funciona y el otro no.