Andresito ya es don Andrés. No solo porque España haya contemplado su evolución desde que debutara en Albacete, la capital provincial de Fuentelabilla, el 27 de mayor del 2006, y le viera crecer, casarse, tener una hija, clarear su cabeza y detectar alguna cana rebelde . Y aplaudir, sobre todo, siempre, el gol del Mundial.

Fue Andresito y lo es todavía porque sigue repartiendo caramelos con la finura de su fútbol. Pero a los 30 años, y ayer se vio con España, como se está viendo con el Barcelona, ya es don Andrés. El capitán no es un niño en ningún equipo. El simbólico cargo se le atribuye a un futbolista carismático, maduro, un líder. Y el brazalete blanco de La Roja lucía ayer en el brazo izquierdo de Iniesta. Porque reúne todas las cualidades para ser el capitán, pero, también, porque faltaba el titular.

Del Bosque sentó a Casillas para liberarle de la presión acusadora que persigue al portero del Madrid, ahora incluso más allá del Bernabéu. La aureola que protegía al meta desapareció en Brasil, en el terrible Mundial que protagonizó, y no la ha recuperado con la titularidad en el Madrid: otro error garrafal en Eslovaquia le hizo acreedor del banquillo. Para ganar a Luxemburgo podía jugar perfectamente David de Gea, el portero del Manchester United, que son palabras mayores.

Sin Casillas, sin el lesionado Sergio Ramos, retirados Xavi y Alonso, sobrevive de la mejor era de España Iniesta, artífice de la noche más glorisa. El privilegio de ser el primero en salir al campo lo disfrutó en el partido 102. Tarde. Como tardía fue su progresión en el Barcelona, dosificado hasta su exasperación por Rijkaard. Por esa razón tardó cuatro años desde su debut en el Barcelona para estrenarse con España. Iniesta es el director indiscutible de la España que trata de reconstruir Del Bosque, que finalmente realizó cuatro cambios con respecto al duelo en Eslovaquia.