En ocasiones ha sido una mano milagrosa y de mérito incuestionable, otras veces un contrapié aprovechando sus piernas larguísimas y la habilidad para saberlas usar, que un buen portero utiliza todas las partes de su cuerpo para detener el balón, otras tantas, como ayer en Huelva, paradas que parecen más error del delantero que acierto del guardameta, pero que en realidad son por justicia merecimiento suyo, por instinto, colocación y un afilado sentido de la intuición. Sea como fuere, con espectacularidad o con el simple arte de la sobriedad, Leo Franco volvió a mantener ayer con vida al Real Zaragoza ante el Recreativo cuando su equipo era un azucarillo. Por supuesto con el 1-0 y también con el 1-1, que la segunda parte del equipo fue mejor que la primera pero ni por asomo notable ni sobresaliente. Sí fue competitiva y suficiente para aspirar a la victoria en esta Segunda en la que se confunden el primero con el último.

Ya en marzo y enfilada la recta final de la Liga, el Real Zaragoza tiene muchos jugadores que han dado nivel de Segunda División, algunos hasta de Segunda B y solo uno de Primera. Regular, constante, seguro, fiable, con errores limitadísimos --pocos y aislados--, Leo Franco ha ganado más puntos con las manos que cualquiera de los delanteros con los pies. El Real Zaragoza juega con portero, una afirmación que no puede aplicarse a muchos de los rivales en la categoría, que tienen guardametas inseguros y carne de cañón.

Es normal que el argentino sea el nuevo capitán de este equipo de soldaditos. Tiene la personalidad de ninguno y un rango deportivo superior al resto. El único capitán general.