Gabriel Milito es historia viva de Independiente y referente indiscutible para los 100.000 socios que conforman la hinchada de uno de los conjuntos con más historia del fútbol argentino. Siete temporadas como jugador de la primera plantilla y poco más de un año como entrenador del equipo Reserva le han bastado a Milito para situarse en lo más alto de los altares del Rojo, denominación que recibe el equipo de Avellaneda. Sus etapas como jugador y entrenador han sido muy diferentes; si como profesional se despedía ante miles de aficionados en el Libertadores de América, campo de Independiente, su estancia como técnico no corría la misma suerte, saliendo por la puerta de atrás, sin hacer ruido, como le gusta al Mariscal.

Tras su retirada como futbolista en el club de su vida después de su exitoso periplo europeo por Zaragoza y Barcelona, la curiosidad y el hambre de entrenador que guardaba Milito le llevó a aceptar la propuesta de dirigir al equipo Reserva. Allí, con tan solo unos meses en el cargo, el hasta entonces coordinador general de las categorías inferiores, Manuel Magán, anunciaba su marcha. Ante esa vacante, Milito propuso para la coordinación de la cantera a un hombre con más de 35 años de experiencia en la formación de jugadores, un hombre que Gabi conocía muy bien de su estancia en los infantiles de Racing, archienemigo de Independiente. Su hombre era Miguel Gomís. Con él y con su equipo de entrenadores, todas las categorías inferiores trabajaron bajo una misma filosofía, una forma de jugar muy parecida a la que se fomenta en La Masía, y que Milito había aprendido durante su estancia en Barcelona. El juego desde atrás y con el cancerbero muy implicado en la salida de balón era una de las premisas que el Mariscal imprimía a sus equipos. No quería resultados inmediatos, sabía que la idea debía macerarse año tras año.

Todo iba viento en popa hasta que las elecciones en el club cambiaron completamente el escenario de trabajo. La llegada de un nuevo equipo directivo, con Hugo Moyano en la presidencia, comenzó a precipitar los acontecimientos que dieron con Milito en la rampa de salida. Si bien Gabi puso su cargo a disposición de los nuevos regidores, éstos decidieron seguir contando con él ante la avalancha de críticas que su marcha podría conllevar en la afición y a pesar de que ya habían trazado un proyecto para las categorias inferiores donde Milito no aparecía.

TODO SE TORCIÓ

Sin embargo todo se enquistó poco después. Noray Nakis, vicepresidente primero del club, comenzó una estrategia de desgaste hacia el equipo de trabajo de Milito con declaraciones en la prensa criticando su forma de trabajar o la falta de buenos resultados. Todo esto provocó en el defensa argentino un malestar que terminó por precipitar los acontecimientos. Aguantó hasta donde pudo varios conflictos porque se trataba de Independiente, pero entendió que, pese a sus ganas de seguir, el pasado 27 de noviembre era el momento de renunciar a su cargo. Ahora, fuera del club de sus amores, Gabi seguirá trabajando para intentar llegar a otro club que se lo dio todo durante su estancia en Europa, un Zaragoza hacia el que el defensa argentino siempre ha mostrado su deseo de entrenar.