La fortuna también juega. Y en ocasiones mucho. Esta vez visitó al Zaragoza en forma de una carambola, con el afortunado tanto en propia puerta de Hugo Álvarez en el descuento, que le sirvió para doblegar al Jaén en un partido flojo, de muy poco fútbol. Hizo más méritos para ganar el Zaragoza ante un rival que se echó las manos a la cabeza cuando la suerte le fue esquiva en la prolongación, tras haber remado tanto y morir en la orilla. Situando al margen las consideraciones estéticas, que ya hace tiempo que este equipo dejó claro que no da para ellas, los tres puntos refuerzan la mejoría con Víctor Muñoz, pero sobre todo suponen desterrar casi por completo el miedo a la Segunda B y mantener viva la llama de alcanzar la promoción de ascenso, que está a cuatro puntos.

Otra cosa es que tan poquito fútbol dé para pensar en esa sexta plaza. En esta mediocre categoría de plata parece que sí, pero en todo caso el Zaragoza aún dista mucho de ser un equipo fiable. Sin embargo, sí es un mejor bloque que hace un mes. Ante el Jaén el fiel de la balanza cayó de su lado, acumula cuatro jornadas sin perder y ocho puntos de 12 y es verdad que tiene más fe, más corazón e intensidad que con Paco Herrera. Del fútbol, quede claro, mejor no hablar demasiado. Es solo para mal.

MALA PRIMERA PARTE Porque, y eso no se puede olvidar, al Zaragoza le costó un mundo superar al que es el peor equipo de la categoría en la segunda vuelta --honor que compartían ambos contendientes-- y soltó una primera parte de un nivel bajísimo, algo mejorada en la segunda, donde a las ganas le puso una mínima ración de cabeza, un retoque táctico y, además, emergió la figura de Montañés, que esta vez sí fue decisivo. Suya fue la acción del gol y también lo más peligroso tras el descanso, incluido un remate al larguero.

De salida, Víctor juntó a Henríquez con Roger, pero lo hizo acostando al chileno en la izquierda y con Montañés en la derecha para que el esquema fuera un 4-1-4-1 con Arzo en la función de escoba y Barkero y Luis García por delante del stopper. El experimento no salió. O tuvo más defectos que virtudes. Intentó presionar arriba el Zaragoza, buscando el robo, tocar rápido y romper así al Jaén. Sin embargo, convirtió la rapidez en precipitación y la imprecisión fue la norma común. Un remate de Luis García tras robo de Henríquez y dos disparos, de Montañés y Barkero, despejados por René fueron lo más peligroso hasta que el larguero desvió un centro lejano de Luis García que casi sorprende al meta rival.

Ahí se le acabó la gasolina al Zaragoza, donde Barkero y Luis García apenas daban señales de vida, mientras que el Jaén encontraba espacios en la zona de Arzo. Allí Machado, Jozabed y Juanma se asociaban con comodidad. El otro recurso visitante era la estrategia. El árbitro anuló un gol del Jaén de Hugo Álvarez por falta de Servando mientras a La Romareda se le helaba el aliento y Machado no aprovechó un regalo de Rico, de nuevo flojo.

Al descanso se llegó con mayor posesión visitante, dato que dejaba claro que el Zaragoza no estaba para casi nada. Retrasó Víctor a Barkero para ayudar a Arzo en un doble pivote que logró que al menos el Jaén no tocara tan cómodo en esa zona. Eso y una salida intensa propiciaron que Henríquez, tan participativo como escaso de acierto, tuviera dos ocasiones, sobre todo una en la que con todo a favor decidió disparar a las manos de René.

Movió el banquillo el entrenador zaragocista con la salida de Víctor Rodríguez, por un agotado Henríquez, y fijó a Montañés en la banda derecha. El cambio le sentó bien al equipo, que pasó a dominar sin que tan apenas hubiera noticias del ataque del Jaén. Jona envió a las nubes la única ocasión tras pase de Fran Machado. Ahí se acabaron las pocas aspiraciones visitantes de buscar la victoria. Para el Jaén el punto pasaba a ser su tesoro total, pese a su posición de descenso, y así lo ratificaron los cambios de Manolo Herrero.

Y lo cierto es que el Zaragoza no daba muchas razones para pensar que el rival no iba a conseguir su objetivo. Fernández, muy asentado en la lateral derecho, hizo lucirse a René en un centro peligroso y Montañés anunciaba que aún tenía una bala en la recámara. Con Abraham, aún más flojo que Rico, y Esnáider, por Luis García, en el campo Víctor agotó el cupo de cambios sin que llegaran muchas novedades. Montañés la mandó al larguero en una buena dejada del voluntarioso, esta vez solo eso, Roger, pero aún quedaba la ración de milagro que traería consigo el triunfo.

La fe de Montañés tras un robo de balón propició un gol en el que Roger estaba en ligero fuera de juego y pugnando con Hugo Álvarez para que el central rematara cayéndose y sin querer el centro del extremo. Un churro en toda la extensión de la palabra que llegó cuando La Romareda, en una de las mejores entradas del curso porque se regalaron más de 4.000 invitaciones, ya casi ni creía. Y el gol, está claro, es oro, un soplo de tranquilidad y una invitación a soñar en las 7 jornadas que restan. De todo eso vale la fortuna.