Hay algunas cosas que ya han quedado claras en el Giro y más tras la etapa reina de ayer con el Mortirolo como gran obstáculo de la jornada. Richard Carapaz está muy fuerte, es un veterano pese a tener 26 años recién cumplidos, el Movistar, que recuerda al gran Sky del Tour, es un equipo consistente con piezas suficientes para solucionar cualquier contratiempo a su líder ecuatoriano y Mikel Landa se sitúa en la recámara. Están en una posición de fábula para ganar el domingo la carrera en Verona.

Pero a la vez, con las cartas boca arriba, el Movistar ya sabe el nombre y el apellido del gran rival, del que no se pueden fiar, el que atacará hasta el último aliento y del que ya ha quedado que también está en un extraordinario momento de forma. Se trata de Vincenzo Nibali, el mismo que buscó romper la carrera, como tenía que ser, en el Mortirolo, pero el corredor que, trabajando en equipo y con la colaboración de un extraordinario Antonio Pedrero, el ciclista de Tarrasa, el Movistar consiguió neutralizar en la ascensión. La etapa la ganó el italiano Ciccone y Carapaz manda en la general con 1.47 minutos de ventaja sobre Nibali, 2.09 sobre Roglic y 3.15 con Landa.

La peor montaña de este Giro, la joya de la etapa reina, dejó a la luz las fortalezas y las miserias de los corredores. El Mortirolo evidenció que si Primoz Roglic fue el mejor de la clase en los dos exámenes de contrarreloj realizados en la primera semana, en la montaña no es tan fiero como se presumía. Es batible y mucho más después de dejarse 1.23 minutos en una jornada marcada también por la lluvia y el frío. Nibali movió el árbol del Giro para descubrir qué corredor estaba maduro. Pero descubrió que Carapaz y Landa están fuertes.