Allá por el año 2008, Javi Villa, Roldán Rodríguez, Andy Souceck, Adrián Valles o Dani Clos competían en GP2, la antesala de la F-1, y otros pilotos llegaban muy fuerte por detrás en las categorías inferiores de monoplazas como Roberto Merhi, Jaime Alguersuari o Dani Juancadella. Era el momento de una pregunta directa a Fernando Alonso: ¿A quién ves para sucederte en F-1? «De todo lo que viene detrás, solo veo para sucederme al hijo de Carlos Sainz», contestó en relación a un chaval de 14 años que competía en kárting y acababa de ganar el campeonato de Asia Pacífico. «Si tengo que apostar por alguien, apuesto por él». Diez años después, aquel hijo de Sainz acumula ya cinco años en F-1, es uno de los mejores de su generación, y las dos próximas temporadas conducirá el McLaren al que Alonso ha renunciado para centrarse, al menos en 2019, en ganar el Mundial de Resistencia, otra vez las 24 Horas de Le Mans, y las 500 Millas de Indianápolis.

«Siempre he admirado a Fernando, más que a mi padre, porque cuando mi padre ganaba los Mundiales de rallys yo era muy pequeño y no era consciente», recuerda Sainz, que ingresó en las filas de Red Bull tras muy buenos resultados en el kárting.

El trato de favor a Max Verstappen por parte de Red Bull ha hecho salir volando de la escudería austriaca a Daniel Ricciardo, uno de los mejores de la parrilla. Se fue a donde pudo por no aguantar mas esa situación. Y se fue a Renault, justo donde Sainz estaba como cedido de Red Bull, dejando al madrileño fuera. Y Helmut Marko vio bien colocar a un chico más novato, más inexperto, Pierre Gasly, para no molestar a Max con otra rivalidad con Sainz, como en Toro Rosso.

Sin asientos de pago, ya solo quedaba McLaren, y Alonso no se ha cansado de hablar de Sainz a su jefe y amigo Zak Brown. Simplemente le decía: «Fíjate». Porque Sainz es mucho mejor de lo que reflejan los fríos números de este año. «Hace tiempo que lo seguíamos y ha llegado el momento», sentenció ayer Brown.