La partida discurría por el movimiento 31 y todo indicaba que Magnus Carlsen presionaría en busca de la victoria: tenía una posición ventajosa con un poderoso ataque en el flanco de dama y su rival por el título, Fabiano Caruana, se enfrentaba además a problemas de tiempo, con solo ocho minutos para realizar ocho movimientos. Sin embargo, para desencanto de los aficionados y sorpresa de los especialistas, no fue así. El campeón del mundo de ajedrez pidió las tablas y el aspirante no dudó en aceptarlas.

Tras 12 partidas programadas, todas acabadas en empate (6-6), los dos grandes maestros, números 1 y 2 de la lista internacional ELO, deberán disputar este miércoles cuatro nuevas partidas para decidir el nuevo campeón. No será la primera ocasión en que se emplea este ritual. El anterior Mundial, que enfrentó a Carlsen con el ruso Serguéi Karjakin en el año 2016, se resolvió a favor del noruego en la tercera y cuarta partidas del desempate.

Siempre podrá argumentarse que el gran maestro noruego, que ha desarrollado durante el Mundial un juego exento de riesgos y bastante anodino, confía en sus habilidades como ajedrecista a ritmo rápido. De hecho, la distancia entre ambos contendientes parece ampliarse cuando el reloj apremia. Carlsen, por ejemplo, es también el número uno del mundo en variantes semirrápidas y blitz (superrápidas), mientras que su rival ocupa la 8a y la 18a posición en las mismas modalidades.

El desarrollo de la partida

La 12a partida del Mundial comenzó con una apertura siciliana abierta, variante Pelikán, igual que la décima (1. e4 c5 2. Cf3 Cc6 3. d4 cxd4 4. Cxd4 Cf6 5. Cc3 e5 6. Cdb5 d6 7. Cd5 Cxd5 8. exd5), que deparó un intenso combate en flancos opuestos. A las primeras de cambio (8...Ce7), sin embargo, Carlsen se salió de los caminos conocidos de la teoría ajedrecística.

En el movimiento 14, Caruana rechazó unas tablas por repetición de movimientos y se agarró confiado a su buen juego. Quizá debió de pensar que era su última oportunidad. Sin embargo, poco a poco fue perdiendo su ventaja posicional, especialmente tras un inesperado movimiento de torre (Th2) y un arriesgado enroque largo. Y entonces se llegó al inesperado desenlace. Como se observa en el gráfico de la posición final, los alfiles negros tienen más movilidad y el rey blanco se encuentra en peligro ante el avance del rival. La victoria, no obstante, no está asegurada.

Es una lástima que un juego como el ajedrez que se caracteriza por la reflexión, con encuentros que pueden prolongarse durante siete u ocho horas, se resuelva en la lotería de la modalidad rápida. Sería como decidir por penaltis un duelo de fútbol de altísimo nivel. Sin embargo, no se puede olvidar que cuatro nuevas partidas, o incluso más, son sin duda una manera de popularizar el ajedrez entre el gran público. Cuando el tiempo disponible se reduce, los errores son más frecuentes, la experiencia gana fuerza y los nervios se convierten en actores principales.

La modalidad del desempate

Las partidas del Mundial han seguido un ritmo habitual en torneos de alto nivel: cada jugador disponía de 100 minutos para realizar las 40 primeras jugadas y 50 más para las 20 siguientes, siempre con un incremento (regalo en el reloj) de 30 segundos por jugada. Ahora, sin embargo, deberán disputarse cuatro partidas a ritmo semirrápido (25 minutos para cada jugador, más un incremento de 10 segundos), lo que supone que una partida estándar dure aproximadamente una hora.

Si el empate todavía persistiera, entonces se jugarían dos partidas 'blitz' o relámpago (5 minutos por jugador, más 3 segundos de incremento). Sucesivamente, en caso de no definirse el resultado, se disputarían más duelos a dos partidas 'blitz', hasta un máximo de 5 (10 partidas).

En el improbable caso de seguir igual, el encuentro se definiría finalmente mediante una única partida de muerte súbita: mediante sorteo, al jugador que lleve blancas se le asignarán 5 minutos en el reloj y 4 al que al que lleve las negras. En caso de tablas, el jugador que jugó con negras sería declarado ganador.