Beatriz Meseguer (Zaragoza, 1986) nunca imaginó que su vida estaría unida al voleibol cuando tocó su primera pelota con 13 años. Hasta entonces, dando rienda suelta a su imaginación y a su nervio frenético, ya lo había probado todo. «Hice cinco años de gimnasia rítmica, seis de jota, dos de patinaje… Fue en el 99, yo tendría trece años, no tenía mucha idea pero recuerdo que le echaba muchas horas», afirma Beatriz Meseguer. Su afán competitivo y el descubrimiento de esta pasión le han llevado a vivir experiencias únicas. «Nunca he sacrificado el deporte, igual es un error en mi vida, pero siempre ha sido fundamental. Cuando era pequeña, siempre me acompañaba y ahora lo hace entrenando a mis niñas. A menudo, me dicen, ‘es que tengo exámenes’. Para mí lo primero era ir a entrenar y luego veríamos que pasaba», recuerda la zaragozana.

Al mismo tiempo que cursaba sus estudios comenzó su trayectoria en el CV Aljafería, un referente del voleibol aragonés. «Empecé jugando en el B y al año siguiente me subieron al primer equipo. Ellas llevaban muchos años jugando juntas y tenían un nivel muy bueno. Tenía dos opciones; estar en el banquillo o ganarme la titularidad», asiente Beatriz. En el deporte la exigencia es continua, el reto y la oportunidad de superarte a ti mismo están presentes cada día. «Al comienzo es muy difícil, es un deporte muy técnico. El control del balón, del juego y la confianza de mis entrenadores me han recompensado y me han llevado a estar preseleccionada con la selección y ganar campeonatos de Aragón como entrenadora», indica la jugadora aragonesa.

Orientó sus estudios hacia el deporte, primero cursando Magisterio de Educación Física, y luego TFAD, para cada día hacer el camino de Huesca a Zaragoza a toda prisa y no llegar tarde al entrenamiento. «Los primeros años en Primera Nacional disfruté mucho. Me eligieron capitana, jugaba y ganábamos mucho. Teníamos chicas de Erasmus que jugaban muy bien, una colocadora muy buena, una líbero francesa espectacular, el resto éramos de Zaragoza con muy buen nivel», recuerda, todo a las órdenes de Paco Díaz, un emblema del voleibol aragonés. «El día que lo deje, no sabremos qué pasará», suspira.

Durante estos años, el deporte le dio todo y le abrió numerosas puertas. «La época universitaria disfruté mucho, recorrimos toda España jugando a voleibol. Más tarde lo hice también como entrenadora de la selección aragonesa, a la vez que descubrí el voley playa. Jugué torneos en Cataluña, Murcia, Málaga… Estos años en Aragón ha habido un repunte pero no lo suficiente como para mantenerse. Ahora hay una pista indoor, Beach Center Arena, y lo practicamos más. No quiere decir tiene que porque juegues muy bien en pista, seas bueno en playa. Son técnicamente diferentes, con reglas distintas y dimensiones desiguales», afirma la zaragozana.

Este idilio perfecto se rompió con su otro gran amor, Emma. Ahora tiene dos años y su llegada dio un vuelco a su vida. «Di a luz en febrero, adelgacé mucho enseguida y en junio volví a los entrenamientos y al trabajo, pero hasta septiembre no estaba realmente preparada. Es una gran dependencia, no es lo mismo para un padre, y me resulta a menudo difícil. Imagino que aquellas que son profesionales tendrán que sacrificarse y ver menos a sus hijos», confiesa con sinceridad.

A pesar de la dificultad, en el 2018 volvió al equipo, empezó entrenando tres días, luego dos, luego uno, luego cuando podía… «Es difícil, el primer año, durante la final de las chicas, tuve que darle el pecho a la niña mientras estábamos jugando. Pedí permiso al árbitro y, sin ningún problema, me lo permitió, porque en el voleibol somos una familia. Sigo entrenando pero no tengo tiempo material para comprometerme y viajar cuatro días con el equipo. Pensé que podría con todo pero tuve que elegir entre mi hija y el voley», lamenta Beatriz Meseguer.

Ahora, aprovechan juntas este confinamiento para hacer deporte en casa y correr todo lo que se pueda en la terraza. «Nos hemos puesto a hacer ejercicio y se me echa encima todo el rato. Podrá hacer el deporte que quiera pero, obviamente, le voy a insistir en el voleibol. De hecho, le pongo la pelota y ya remata con la mano. Ha estado en nuestros partidos y nos ve desde la grada, mientras haga deporte, yo seré feliz». concluye.