Después de un torneo inmaculado, sin recibir ningún gol en contra y con pleno de victorias, Catar confirmó el hito histórico con una final de la Copa de Asia ante Japón sobresalientemente solvente. Ali Almoez, con 9 goles (el segundo máximo anotador se quedó en 4) y una asistencia, ha sido la estrella rutilante del torneo y ya es la gran esperanza de su país para el Mundial 2022.

El dominio territorial de Japón se hizo patente desde los primeros minutos, llevó el peso y la iniciativa, con la responsabilidad que da el favoritismo y el peso de la historia. Llegaba sin oposición a las inmediaciones del área rival, pero ahí terminaban todos sus ataques.

La Catar del catalán Félix Sánchez tiene muy claros los conceptos defensivos y un delantero en estado de gracia. Ali Almoez consiguió de forma brillante, en el primer atisbo de ocasión que tuvo, su noveno gol en siete partidos. Recibió un centro sin demasiado peligro, dentro del área japonesa pero más allá del punto de penalti; controló con el pecho, de espaldas a la portería, y, en ese segundo en el que todo el mundo se preguntaba qué podía hacer, se colocó el balón para lanzar una media chilena tan ambiciosa como improbable. Terminó en gol, mientras su técnico se llevaba las manos a la cabeza con la maniobra que había completado para marcar.

GUIÓN INMEJORABLE

El guión de Catar era inmejorable, con Madibo acaparando metros en el centro del campo al más puro estilo Kanté (o Makelele), con la solidez de su línea de cinco defensas y con la lucidez de Afif.

Antes de que Japón hubiera entrado en el partido, mucho antes de su primera ocasión clara ante Al Sheeb, Catar ya había conseguido el segundo. Almoez, que también sabe jugar de espaldas, combinó con su compañero en ataque Afif para encontrar al centrocampista Hatem Abdulaziz, que conectó un disparo inapelable a la escuadra de la portería japonesa que dejó a toda Asia patidifusa.

Catar no solo estaba confirmando la sorpresa, corroborando la hazaña, sino que lo estaba haciendo con una solvencia insultante ante una de la selecciones históricas del continente.

JAPÓN A LA DESESPERADA

Ante las urgencias, Japón aumentó la presión y la intensidad de sus ofensivas, poco productivas ante el solvente sistema de contención catarí, numeroso, solidario y vehemente. Con seis jugadores atacando el área rival antes del minuto 70, Japón encontró su primera gran ocasión y el impulso de un gol para entrar en el partido. Minamoto recortó distancias con un toque sutil ante la salida de Al Sheeb y Japón se fue con todo a por el empate.

El lenguaje corporal de los equipos cambió de forma radical, Catar perdió definitivamente la fluidez y empezó a sufrir cada vez más, víctima de errores que no había cometido hasta ese momento.

EL BROCHE FINAL

Cuando todo pintaba cuesta abajo, Afif condujo, con la lucidez que le faltaba a su equipo, un contragolpe que terminó, tras un saque de esquina y la intervención del VAR, en un penalti que el delantero transformó para firmar la última palabra de la primera página de historia de Catar en el concierto internacional del fútbol.