Con insistencia ha tratado Imanol Idiakez de adaptar a Diogo Verdasca al centro del campo, un espacio en el que se ha sentido bien extraño desde el primer día. Confesó pronto el portugués que se encontraba raro en esa compleja zona que queda entre los zagueros y el centro del campo, ese puesto creado casi para especialistas. Algunos como Eguaras o Busquets se desenvuelven más tranquilos ahí solos, resolviendo el fútbol medular con un sencillo toque de descarga o un movimiento de apoyo defensivo a tiempo. Para casi todos los demás es un mundo complejo. Zapater, por ejemplo, nunca ha acabado de adaptarse bien a esa función. Más le va a Guti, claro que anda caído y no volverá hasta noviembre. Queda Javi Ros, al que el entrenador no ha metido en los experimentos de verano porque, dice, ya sabe lo que puede rendir «ahí». Ahí es donde se cuecen todos los partidos aunque la verdad luego esté en las áreas. Ahí es donde naufraga Verdasca pese a sus buenas intenciones, indudables. Ahí es donde está hoy en día el centro del problema del Zaragoza, que aguantó en Tafalla de esas maneras, pinchó en Tarragona con Buff y se desvencijó en Calatayud. El Leganés le mostró al equipo aragonés la importancia que tienen sus ausencias, la necesidad que le crece, la exigencia de hallar una solución inmediata.

Idiakez comenzó a cavilar bien pronto la manera de remediar la triple baja cardinal. En los ejercicios de Boltaña se animó a poner a Verdasca de comodín y en la primera prueba ante el modesto equipo oscense lo situó de mediocentro. Repitió en Tudela antes de ensayar con Torras en Teruel y Buff en Tarragona. 45 minutos le duró el experimento del suizo, que ahora ha perdido el compás incluso en la mediapunta. Así que ante la Real Sociedad y el Leganés volvió a apostar por el central luso. La primera salió bien por el resultado, regular en cuanto a las necesidades del equipo para esa posición. La segunda se convirtió en el desastre de San Íñigo, donde Verdasca no solo tuvo un par de desaciertos inaceptables con el balón sino que sufrió en distintos frentes.

Su último error grueso se tradujo en un sencillo gol para el rival. Frustrado, el portugués volteó bruscamente sobre la línea medular a Ojeda en una entrada que bien le pudo costar la tarjeta roja. El árbitro aragonés le perdonó la expulsión e Idiakez el resto del partido. Torras fue su remedio para esa última media hora que se convirtió en tortura.

El tiempo puede dar la respuesta sin necesidad de añadir más experimentos. Quizá llegue Zapater al principio de la Liga, quizá. A Idiakez, desde luego, le taparía el enorme agujero. Podría situar directamente al ejeano en esa posición o entregársela a Javi Ros y acompañar a James Igbekeme del capitán en la zona de los interiores.

Si no hubiera regreso a tiempo de Zapater, el asunto se enrevesaría. El técnico podría insistir con Verdasca, claro, con los conocidos riesgos que conlleva. También podría apretar a la dirección deportiva para reforzar esa parcela, algo de lo que ya habló públicamente. No parece muy posible ahora que a Nieto le han dado galones de primer equipo y es una pieza más para los interiores. Le quedaría seguir imaginando, mirar a otros. No le queda mucho donde elegir. Quizá Igbekeme o Delmás, por decir. Por probar.