El cuento de la Cenicienta no es eterno. Aquella memorable leyenda del Eurodepor , ese club humilde con alma de grande, está en vías de extinción y su defunción se siente próxima e inevitable. El despertar del sueño es una pesadilla anunciada en La Coruña con una temporada decepcionante en la que el fin de un ciclo parece el título más remarcado y repetido. La carestía económica, una regeneración que no llega y la jubilación sucesiva de sus piezas claves han mutado a un equipo que hace sólo unos meses rozaba la Champions en un bulto indefinido en medio de la Liga (noveno con 22 puntos) y desaparecido en Europa (eliminado en la primera liguilla sin anotar un solo gol).

Riazor se acomoda en el diván para recibir una cura de humildad tras doce años de delirio. Nada es inmortal. Irureta intuye su adiós tras siete años de reinado en paz y su marcha parece una de las múltiples claves de una rehabilitación que nadie sabe muy bien por donde va a salir. Irremediablemente, bajará el nivel de sus objetivos y volverá a un escenario menos lujoso, más terrenal, para hallar la resurreción en la caza de gangas tipo Bebeto y Mauro Silva, escasas por la transparencia de un mercado globalizado. El Eurodepor se resigna a ser de nuevo ese Superdepor de los 90, construido sin grandes pretensiones y acertado en los fichajes (Mauro, Bebeto, Donato, Rivaldo...), que se ganó el aliento de toda España en persecución del Bar§a y el Madrid. Ahora tiene que dar un paso atrás en busca de un impulso confuso.

CON LA DEUDA A CUESTAS Durante el ciclo, bendito ciclo, el Depor se ha labrado el respeto de la Liga y de Europa. Una Liga, la celebrada en el 2000, la mitad de otra, la del inolvidable penalti de Djukic, otros tres subcampeonatos, dos Copas (1995 y 2002), cinco años ingresando sin pausa en la Champions , el último pereciendo en semifinales ante el campeón Oporto y con todo en la mano para tocar el cielo... un currículum brillante cuyo ocaso se siente.

Las causas del crepúsculo tienen un montón de ceros. 150 millones de euros (250 mil de pesetas) de deuda reconocida sepultan al Depor a mutar su posición en el mercado. Ya no es el que compra si no el que vende. Y la caja ya no tiene mucho donde rascar. Maakay, Naybet, Donato... viejas perlas se fueron y en su lugar llegó la nada. El vacío de fichajes (Momo y Rubén fueron los únicos en verano y ahora juegan cedidos en el Albacete) ha triturado una plantilla envejecida y cuyo gran valor, amplitud de clase media frente a galácticos , se ha consumido. El retiro el próximo verano de Fran y Mauro y el ensombrecimiento de hombres como Molina, Romero, Valerón o Tristán profundizan en este sentido.

UNA RACHA DE POBREZA El practicismo del Dépor, marca de la factoría Irureta, queda en los catálogos del olvido y ahora Riazor, inexpugnable como versa el himno de Los Suaves, es una nave fácil de saquear. El Zaragoza llegará a un estadio donde el Osasuna (1-3) y el Valencia (1-5) han saqueado los tres puntos y donde únicamente dos ascendidos --Levante (1-0) y Getafe (2-1)-- han perecido. El resto, cuatro empates. Riazor ya no es un campo temible.

La crisis ya es un término pegado al cuerpo del equipo. La racha actual de seis partidos sin ganar (4 de Liga y dos de Champions ) es un drama menor para una afición que debe resignarse a un plano secundario. Vientos de cambio soplan por La Coruña. Que les quiten lo bailao .