La puesta en escena del Ebro en Segunda B fue en la Ciudad Deportiva del Real Madrid, allá por 2015. Fue un partido raro. Al intenso calor del mes de agosto se le sumó el contundente 5-1 del Castilla, con doblete de Borja Mayoral. Sin embargo, de forma paradójica, esta ha sido la única goleada que ha recibido el CD Ebro en sus 100 partidos en la Liga de bronce. Una circunstancia que sintetiza la evolución de un equipo de fuerte carácter personal, con una identidad que se ha arraigado en la fisonomía de los colores arlequinados.

La estructura del Ebro se cimenta dentro del paradigma del balompié clásico. Ejemplifica la esencia de la vida de barrio, donde el día a día se vive con cercanía y no hay puertas cerradas, al contrario, todo es cristalino. Puedes acudir a un entrenamiento y charlar con los futbolistas; preguntar a Emilio Larraz sobre las sensaciones de cara al domingo; hablar con Míchel Moreno y Alberto Monsalvo -preparadores de porteros- sobre la gran campaña de Salva bajo palos, o dar ánimos al joven Borja Martínez para que siga creciendo.

Es una dimensión paralela al fútbol hermético y de trinchera, quizás esa seña de identidad que les caracteriza sea una de las claves de su éxito. «La estabilidad en el club la da una determinada forma de trabajo y aquí se trabaja de una forma excelente. Los responsables de cada departamento se dedican en cuerpo y alma a su parcela, algo que es muy importante», asevera el entrenador.

A lo largo de este centenario el conjunto zaragozano ha adquirido una personalidad propia. Cada miembro del equipo está impregnado de una mentalidad de lucha, de supervivencia basada en el esfuerzo y el sacrificio. Son conocedores de que nadie les va a regalar nada, que todo lo que logren tendrá que ser gracias a los callos de sus manos.

Emilio Larraz asocia estos valores a la esencia que rodea al Ebro. «Aunque van pasando distintos jugadores y diferentes plantillas, el Ebro es un equipo con una gran disciplina, muy generoso en el esfuerzo y con una mentalidad competitiva. Hemos logrado instaurar una mentalidad en base a esos valores», explica el técnico.

Sueño con el ‘play off’

La progresión del conjunto aragonés es una realidad. Cada año han escalado un pequeño peldaño para asentar las bases de su proyecto dentro de la Segunda B. La confianza entre Ander Garitano y Emilio Larraz es esencial. Su complicidad a la hora de diseñar y gestionar la plantilla es otro aliciente para el éxito: «Cuando no tienes intromisiones y además se trabaja en altos grados de confianza se consigue una estabilidad de rendimiento y de resultados. Cuanta más experiencia tienes mayor seguridad muestras en todo lo que haces», comenta.

El Carmen todavía no ha conocido su techo. El Ebro cada vez es poseedor de un mayor caudal por la crecida del nivel en todos sus estamentos. El siguiente paso es mirar hacia la promoción de ascenso a Segunda; un objetivo ambicioso, pero no utópico. «Yo estoy seguro de que el Ebro jugará tarde o temprano una fase de ascenso. Esto sería una circunstancia que ayudaría a que realmente se ofrezcan más apoyos y que se reconozca el trabajo que se está haciendo en este equipo. Ese play off, que se acabará jugando, espero que sea el espaldarazo definitivo para que este proyecto pueda pensar en cuotas más altas», sentencia Emilio Larraz. Los primeros 100 partidos del Ebro en Segunda B han evidenciado una realidad: y es que hay mucho porvenir dentro del fútbol modesto zaragozano. Hay futuro en La Almozara.