Estaban derruidos. Apenas habían podido descansar en el coche cama que habían alquilado para su pequeña gira por territorio español. La expedición del Manchester City llegaba mermada a Zaragoza. Venían de jugar en Sevilla, fustigados por un calor al que no estaban acostumbrados, inundados de contracturas por el viaje, portadores de unas ojeras que delataban su cansancio. Pero este encuentro tenía una excusa más poderosa que el propio fútbol. Sabían que el partido en la capital de Aragón era por la Virgen del Pilar.

Los problemas económicos azotaban a la Junta de Obras del Pilar. En 1949 se firmaron los contratos para la recreación de la fachada principal del templo Mariano, pero la falta de fondos hacía que se retrasase su finalización. Casi toda su financiación se obtenía a través de las donaciones de los fieles. De hecho fueron los directivos del Real Zaragoza los que, en un acto de devoción, se movilizaron para organizar un partido de gran atractivo que permitiese recaudar fondos y ayudar así a solventar el estancamiento que estaban sufriendo en ese momento las reformas.

Trautmann y la Luftwaffe

Los mandatarios del club aragonés consiguieron, a través de un intermediario catalán, ponerse en contacto con el conjunto citizen, que iba a exhibirse por España. Primero jugaban en Sevilla y después en Barcelona, así que Zaragoza les pillaba de camino en su trayecto. Fue una gestión que propició el primer enfrentamiento de los blanquillos con un club inglés, fijado para el 22 de mayo de 1952. Noticia muy bien recibida por la sociedad zaragozana, aunque no tanto para los futbolistas sky blue, que andaban pulverizados por España, agotados por la dureza de la gira.

El Sevilla había pasado por encima del Manchester City, no solo por el 5-1 en contra. Varios futbolistas sufrieron una insolación, otros se intoxicaron con la comida. También se les quedó mal cuerpo con los toros. Era la primera vez que presenciaban esta tradición , así que muchos de ellos abandonaron la plaza porque el espectáculo les resultó demasiado fuerte. Azotados por el choque cultural llegaron a Zaragoza en la madrugada del martes, sin embargo, a su venida recibieron una gran noticia. El partido se posponía al domingo para que los muchachos ingleses pudieran brindar un mejor espectáculo.

A la entrada del Hotel Goya se levantó una gran expectación. Eran muchos los curiosos que se acercaron para ver a estos tipos de la First Division, aunque algunos habían comprado entradas pensando que iban a ver a sus vecinos del United. El Manchester City no era el gigante adinerado que conocemos hoy en día, más bien correspondía a su verdadera esencia, la de un equipo modesto con fuerte masa social que caminaba sin hacer demasiado ruido. Entre sus filas destacaban futbolistas de repercusión internacional como Eric Westwood, Roy Paul (uno de los mitos del fútbol galés), o Bert Trautmann, ‘el portero nazi’.

Su figura despertó mucha curiosidad por su pasado. Alto, ojos azules, de pelo rubio repeinado; el nazi prototípico. Trautmann había pertenecido a la brigada paracaidista de la Luftwaffe durante la Segunda Guerra Mundial. Su vida militar terminó tras caer prisionero y ser trasladado a un campo de concentración en suelo inglés. Pasó del plomo al balón, y se le daba todavía mejor. Tanto que lo firmó el City. Su fichaje despertó la furia de una hinchada con fuertes sectores judíos que convocó una manifestación de cerca de 20.000 personas para pedir cancelar la operación. Pese a su condición de enemigo terminó siendo una leyenda citizen y el reclamo perfecto en su gira por España.

Ingleses en Torrero

Su talante británico se citó en el desgastado estadio de Torrero. Tuvieron que entrar con rapidez puesto que algunos futbolistas fueron increpados por unas personas que solían merodear por la entrada del campo en busca de limosnas. Las gradas estaban pobladas, con un buen aspecto. Según el historiador del Manchester City Gary James, cerca de 20.000 personas se dieron cita en aquella tarde. Entre aplausos, cada jugador inglés fue obsequiado con una Virgen del Pilar de plata, además de un banderín conmemorativo con el escudo zaragocista.

El partido se saldó con derrota local (1-3). Aquello fue lo de menos. La frescura del City superó a los blanquillos, aunque tras el partido se fueron a disfrutar del tercer tiempo. Todos los jugadores, tanto zaragozanos como ingleses, terminaron en las fiestas de un barrio cercano al estadio. Juntos, confraternizados. El vino, junto a la música, prolongaron el festejo hasta casi hasta amanecer. La expedición sky blue partió de nuevo, con sus figuras de la Pilarica y un poco de resaca. Al menos el objetivo se cumplió con éxito; ayudar por la Virgen del Pilar.