El ‘canfranero’ es un complemento perfecto para hacer una excursión por el Pirineo. Los fines de semana parte puntual a las siete menos cuarto de la mañana de la estación de Goya en Zaragoza y llega a la antigua estación de Canfranc casi cuatro horas más tarde. La excesiva lentitud del tren se une a las bajas temperaturas que tienen que soportar los viajeros en su interior y que les ponen al borde de la hipotermia. Pero todo se olvida cuando se entra en la montaña desde la Hoya de Huesca. En la lejanía se vislumbra el Puchilibro y el Gratal y el valle se estrecha en el Gállego. A la izquierda, la Peña Rueba y a la derecha, el paraíso de la escalada española. Son los Mallos de Riglos con sus paredes rojizas de 300 metros. El tren va casi vacío y pocos son los viajeros que gozan de este lugar único. Después del pantano de la Peña y en Santa María se suaviza el paisaje.

Cuando se llega a Jaca el ‘canfranero’ casi se llena de familias que quieren disfrutar de la montaña en un sábado festivo. El tren vuelve a la montaña pura y dura cuando mira a Francia y con la inconfundible Collarada en la lejanía. La llegada a Canfranc es puntual. Parece un verano como otro cualquiera, aunque todo el mundo lleva su mascarilla. La localidad del valle del Aragón vive una mañana bulliciosa con su mercadillo y sus bares animados de numerosos turistas, con el fantasma de la estación internacional de Canfranc como testigo.

La mayoría se conforma con dar un paseo por la calle central de Canfranc. Pero otros deciden hacer una de las numerosas rutas senderistas que tiene el valle. La clásica de las clásicas es la circular que sube a La Moleta desde el carretón de Ip y desciende por el ibón de Samán hasta el valle de Izas y termina en Canfranc. Se puede realizar a buen ritmo en menos de siete horas, lo justo para coger después el tren de vuelta.

EL CARRETÓN DE LP

El inicio se toma en la Central Eléctrica de la Canal Roya (1.190 metros). El ascenso es sostenido por una sendero en zig zag con marcas blancas y amarillas por un pinar junto a la tubería del carretón de Ip, una construcción usada en los años sesenta del siglo pasado para transportar a los obreros que trabajaron en la construcción de la presa del ibón de Ip. Es un esfuerzo sostenido de 900 metros de desnivel hasta el carretón.

Después se cruza la pista, se deja el pinar y entre hitos en dirección noreste quedan otros 400 metros hasta La Moleta (2.572 metros). No tiene ninguna dificultad técnica y se accede desde una fácil chimenea. El día es inmejorable. Jornada despejada, fresca y desde la cima, en la que sólo hay dos parejas y un joven senderista, se impone al norte la imagen del Midi d’Ossau y al este la Collarada.

La bajada es más larga y tendida. Desde el Cuello de la Moleta (a una altura de 2.443 metros) se llega al ibón de Samán (2.155 metros), verdoso con la vegetación acuática. Tras recuperarse del esfuerzo en este lugar paradisíaco queda un largo descenso hasta el valle de Izas. Es aquí donde empiezan a abundar las familias con los niños practicando su primera montaña. El sendero G.R.-11 se dirige en dirección oeste, llega al Coll de Ladrones y la pista nos deja en el lugar de origen contentos después de gozar de una jornada irrepetible en un paraje magnífico. El ‘canfranero’ nos espera siete horas después de emprender la marcha para llevarnos a casa.