Si en estas últimas diez jornadas el Zaragoza hace lo que debe y lo que está a su alcance, la próxima temporada cumplirá su séptimo año seguido en Segunda. En estos seis años, cinco con la actual propiedad, el ascenso ha pasado de largo, muy de cerca en alguna ocasión. Sin embargo, ninguno de los equipos que ha construido la SAD ha sido capaz de consumarlo. Huelgan los calificativos ante la contundencia de los hechos: el objetivo de este nuevo ciclo está absolutamente incumplido.

Hasta este fracaso deportivo sin disculpas ni justificaciones no se ha llegado siempre por malas praxis. En este tiempo ha habido alguna temporada en la que el Zaragoza ha hecho bien las cosas, aunque el resultado final no fuese feliz. El camino estuvo bien recorrido, pero el premio no llegó por factores azarosos o detalles mínimos.

Sin embargo, este año no estamos ante ese supuesto. Estamos ante una cadena de fallos y negligencias: error en la elección de los técnicos, error en ponerle palos en las ruedas a alguno de ellos y entorpecer su trabajo por absurdos dogmatismos, error en el fichaje de los puntas, error en la configuración inicial de la plantilla, sin calidad física, con vacíos serios, sin centrales sólidos. Error en sobrevalorar jugadores. Las lesiones y los errores en su gestión, ridículo y paradigmático es el caso de Papu. Error en el manejo de según qué renovaciones. Errores personales de algunos futbolistas que han afectado al vestuario. Errores y errores. Un cóctel molotov que ha explosionado.