El Zaragoza, fruto de la estrechez económica y de las malas decisiones del club, ha dejado una plantilla, tras el fracaso en el mercado de enero, con muy pocos efectivos, con solo 18 jugadores de la primera plantilla tras los despidos de Movilla y Paredes y con la obligada presencia del filial, donde Rico es el único titular fijo. Las alternativas no son muchas, las lesiones ya son demasiadas y las dificultades y zancadillas que se le han puesto desde las oficinas a Herrera no son pocas. También es verdad que al Zaragoza le falta, como mínimo, un 9, una referencia de área, y un centrocampista con salida de balón y que la plantilla es de las peores, o la peor, de la historia reciente y pasada.

Todo eso se admite, pero a este Zaragoza hay que ponerlo a examen con una Segunda muy floja, con muy poca calidad, más que mediocre, y es indiscutible que el técnico catalán no ha logrado que su equipo funcione con mínima regularidad en todo el curso, donde no ha tenido un plan y ha transmitido una nulidad futbolística lo mismo que de carácter y concentración. Y todo eso señala a un entrenador empeñado en decisiones erróneas sobre el césped y que en los últimos tiempos también se ha equivocado mucho en sus palabras.