Tan importante es que un equipo tenga hambre como que esté bien alimentado. Lo primero es una cuestión profesional y de motivación, de lo segundo se encarga en el Tecnyconta Zaragoza Ignacio Lillo, el nutricionista de Trauma Aragón que se ha incorporado este año al staff médico del club. El zaragozano se ha encontrado una gran predisposición en la plantilla, ávida de aprender cómo alimentarse mejor, y el vestuario ya lo ha acogido como uno más.

El objetivo de contar con un profesional de la nutrición es doble. «Ayuda al rendimiento físico, que es lo que ellos quieren, y también les puede ayudar a alargar la carrera deportiva. Hay jugadores que alargan su carrera más que otros y en buena medida es porque han tenido buenos hábitos, entre ellos en la alimentación», asegura Ignacio Lillo. Lo primero que hizo este zaragozano fue estudiar a la plantilla y ganarse poco a poco su confianza para conocer sus hábitos alimenticios. «Primero se observan los entrenamientos, la intensidad que tienen, las horas que se hacen cada día y se calculan, en unas unidades que se llaman MET, el gasto calórico de los jugadores, también con respecto a su altura y peso».

Y, a partir de ahí, Lillo les aconseja y los jugadores preguntan. El zaragozano no impone menús cerrados ni les obliga a comer unas cosas u otras, sino que se adapta a los gustos y costumbres de cada uno para optimizar la ingesta de grasas, hidratos y proteínas. «No le puedo obligar a comer ternera a una persona que no le gusta la ternera. Les pregunto qué les gusta y hago el consejo dietético pesonalizado». Los jugadores también preguntan, cuando están cocinando, cuando están en un restaurante o incluso cuando van a comprar al supermercado.

«El whatsapp ayuda mucho para eso. La semana de Pilares, antes del partido, recuerdo que cinco o seis jugadores me mandaron fotos de lo que estaban comiendo o de lo que estaban cocinando. Por ejemplo, uno estaba haciendo un asado con patatas al horno y le dije, me interesa que comas más patatas que carne porque el partido es a las doce y es más importante comer más patatas para tener el glucógeno muscular a tope de carga para mañana».

Hay diferencias entre los jugadores según su procedencia, edad o situación familiar. «No es lo mismo los que vienen con sus mujeres, de hecho alguno me dice habla directamente con ella, o el que come en un restaurante al lado de casa, que me dice, dime cómo tengo que pedir porque no cocino nada», explica. Se ha contrado también con algunos errores comunes. «Tienen algunos mitos, por ejemplo tienen mucho miedo al hidrato de carbono y yo les digo, pero si lo vais a quemar, es vuestra gasolina, lo que más fácil transforma el cuerpo en energía», indica.

La recuperación es otro de los trabajos de Lillo. «Lo importante es llevar una buena alimentación pero las ayudas ergogénicas vienen muy bien para redondear un círculo perfecto. Hay muchísimos productos, aquí solo trabajamos con los que tienen evidencia científica». Y ahí aparecen los brebajes que le han valido el apodo de Panoramix en el vestuario. «40 minutos antes de empezar el partido el entrenador les da la charla y yo les dejo a cada uno en su asiento una bebida para que los depósitos de glucógeno se acaben lo más tarde posible. Por muy bien que hayan desayunado, los depósitos de glucógeno son pequeños y limitados, con esa toma logramos que la energía dure más. Me interesa que dure lo más posible, tanto el muscular que es el que les da ese esprint, como el hepático, que es el que les da la claridad de ideas porque es con el que trabaja el cerebro», explica.

También les prepara unos recuperadores para después de entrenar y jugar. «Durante los partidos y los entrenamientos duros hay catabolismo, el cuerpo empieza a degradar estructuras porque tiene alimentos en sangre pero limitados y cuando se le acaban empieza a romper el músculo para sacar proteína. Hay una ventana anabólica de 30 minutos en la que el cuerpo está muy ávido para recibir alimentos. Les damos alimentos predigeridos que son de digestión muy rápida. Lo toman antes de ducharse».