Pacheta puede ser mejor o peor entrenador. Eso lo confirmarán quienes sepan realmente de esto, los analistas, aquellos que vivan desde dentro el alma de un equipo profesional de fútbol o los propios colegas de profesión. Lo que cualquiera puede atestiguar, ver y escuchar es que es un motivador bárbaro, un cirujano de espíritus. Solo hay que escucharle cada segundo de sus ruedas de prensa para creer que se cree lo que dice. Imaginen su actitud positiva y su energía contagiosa en cada entrenamiento, en cada charla, en cada minuto de banda. Convence y con eso ha transformado al Huesca, ese que perdió un 1-3 a favor en Granada y, ayer, ante el mismo rival, consiguió la viceversa, la primera remontada de la temporada y colocarse a dos puntos de la permanencia. A tiro.

Confianza. Todo está en la olla, en el tarro, en la cabeza. Es el ingrediente necesario para acometer cada reto. Si no la tienes, si la has perdido, si crees que no puedes, nunca lo harás, porque no te atreverás a probar porque sabrás que tarde o temprano fallarás. Eso que el Huesca había perdido y que Pacheta ha conseguido inocular en sus jugadores hasta el tuétano. Solo así se entiende lo sucedido ante el Granada. Porque tras recibir un gol en los primeros minutos y perder la oportunidad con un penalti marrado, le dio la vuelta al partido marcando tres goles en quince minutos. Y de esta forma se entiende que, pese a encajar otro tanto con demasiado tiempo para desperdiciarlo todo, logró aguantar media hora con estilo propio, de forma inteligente, sin sufrir, agarrando del cuello un resultado que te mete de cabeza en la pomada y con una visita a Eibar con el ánimo bien alto. Como la voz de Pacheta.

Sería simple pensar que todo es un tema psicológico. Porque el cambio de poder ser derrotado a ser ganador se inició apretando un botón táctico. La aparición de Pulido en el ataque supuso una sorpresa y efectiva: propició el inicio del primer gol de Escriche y su cabeza anotó el segundo en una jugada de estrategia. Sí, al Huesca ya no le marcan goles de balón parado, los marca él. Todo un cambio.

Cambios también hubo en el once inicial. Seoane, el de Aluche, pilló el ‘5’ y Ferreiro iba delante en una segunda línea con Rico. Más calidad y menos músculo (Doumbia), más instinto para tener la pelota ante un rival con bajas arriba y con la mente en Europa.

El susto se metió en el cuerpo, no en el alma. Un fallo de marca en la subida de Quina tras una buena jugada de banda de Soro provocó que el portugués zurciese un amago a Seoane y un disparo imparable. Para el otro Huesca podría haber sido la muerte.

Pero el Granada no se encerró y la fastidió. Porque Pulido empezó a subir como si fuera un Beckenbauer de la vida, un Ramos más carnal. Su primer centro conllevó el fallo en la medida de Rui Silva que le dio un tortazo a Escriche que el VAR chivó penalti. Mir lo falló tirándolo al palo. Otro batacazo que podría haber sido funesto.

Pero no, porque este Huesca no está muerto. Quiere vivir en Primera, quiere resucitar. Pacheta ha conseguido que se lo crean. Y resucitó a base de fe, coraje (+17 duelos ganados y 15 remates) y fútbol. Nadie se puso nervioso. Menos el capitán, oh, mi capitán, Jorge Pulido. Una nueva aproximación rompió las líneas y puso el balón en el área a Ferreiro que se giró hacia el lado que su defensor no intuyó. Su remate salió rebotado ante la vista de un avispado Escriche que empalmó en falló su primer gol de la temporada y el empate.

El Huesca se vino arriba. En menos de un cuarto de hora le dio la vuelta al marcador. Antes habían avisado Escriche y Seoane, pero fue en un córner cuando se zanjó el dilema. Gol de pizarra. La prolongación de Mikel Rico en el primer palo la recogió en un duelo ganador Pulido para meterla dentro. La dedicatoria fue para su futuro hijo y su madre.

No se quiso quedar ahí el Huesca. Con buena circulación de balón, apoyándose en la entrada de sus carrileros, empujaba al rival y provocó otro córner. Esta vez el saque fue la segundo palo. Rui volvió a quedarse en la cueva y Mir encimó a Foulquier, rozando la falta, y obligando al lateral a un mal despeje con el pecho que se coló dónde él no quería.

La remontada estaba hecha, quedaba retenerla sin venirse atrás. El Granada sacó a dos titulares arriba (Machis y Molina). Una jugada de ambos progresó en centro, una mala salida de Álvaro y el impacto de Soro en el primer gol del zaragozano en Primera.

Lo que podría haber sido el tembleque de piernas no fue nada. El Huesca no se inmutó. Mantuvo dibujo, mejoró su atención sin conceder metro ni recibir peligro, buscando el cuarto. Su confianza seguía intacta. Y la tercer victoria llegó. A dos de la permanencia y el Eibar a la espera. Porque Pacheta les hizo creérselo.