El pasado 7 de octubre cumplieron su gran ilusión. Era un reto que llevaban entre ceja y ceja hace tres años desde que escucharon un programa de la Cadena Ser. Los zaragozanos Alberto de Caso y Luis Oriol lograron pasar a nado el Estrecho de Gibraltar. Era la mejor manera de celebrar a su manera las Fiestas de Pilar. Fueron casi cuatro horas de duro esfuerzo para superar los 17 kilómetros que separan el continente europeo del africano.

Ambos son aficionados a todos los deportes, pero practicaban desde niños la natación en el Stadium Venecia. "Nuestra idea hacerlo en el 2013, pero nos dijeron desde la Asociación para el cruce a nado del Estrecho, que organiza la actividad, que el año estaba completo. El Estrecho se cruza desde mayo hasta octubre, que es cuando la temperatura del agua permite hacerlo. En el invierno el agua está demasiado fría a pesar de que te puedas poner neopreno", indica Luis Oriol.

Cuando supieron que se les había adjudicado el mes de octubre, ambos se pusieron a entrenar de forma intensiva. "Hemos nadado todo el año en las piscinas municipales de los pabellones Alberto Maestro y Pepe Garcés. En verano nos hemos desplazado al Cantábrico y el Mediterráneo para entrenar en condiciones similares a lo que es la travesía. Mi entrenamiento más duro fueron 12.000 metros en una piscina de 25 metros, que equivale a 480 largos. Al final terminas un poco mareado", dice con ironía Oriol. De Caso hizo una travesía a nado en Oropesa de 10.500 metros.

El gran día llegó el pasado martes 7 de octubre. "Llegamos a Tarifa dos días antes. Estábamos nerviosos por empezar a nadar. La mañana elegida nos citaron en el Puerto de Tarifa. Desde aquí nos llevaron a la isla de Tarifa, que es el último punto de tierra del territorio español. Nos dieron un pitido para que comenzáramos la travesía a las diez menos cuarto", indica.

CLIMATOLOGÍA

Los nadadores tuvieron suerte con la climatología de la jornada. "La mañana amaneció buena, no hacía mucho viento, el mar estaba bastante en calma, las corrientes eran favorables, aunque la última hora se levantó el viento. La temperatura del agua cuando nos tiramos era de 16 grados". Utilizaron un bañador normal y no necesitaron traje de neopreno. "Nos aplicamos una grasa que se mezcla con vaselina para protegernos de la temperatura y las rozaduras".

Los nadadores zaragozanos fueron acompañados en el periplo por dos barcos. "Uno de ellos se mantuvo a nuestro lado toda la travesía. Allí estaba mi novia con la asistencia de comida y bebida y un socorrista. Marcando el rumbo de la travesía llevábamos otro barco. Buscaba las corrientes, que son del Atlántico al Mediterráneo. Cuando chocan en determinados puntos, generan turbulencias y corrientes en contra", indica. Cada tres cuartos de hora los nadadores se avituallaban para recuperar las fuerzas. "La bebida era isotónica y comíamos barritas energéticas, geles de hidratos, alguna pastilla de sales... No era el mejor sitio para comer, pero nos fuimos adaptando".

Tras tres horas y 50 minutos de esfuerzo, los zaragozanos lograron una conquista inolvidable. "Calculamos las cuatro horas y llegamos dentro de los planes establecidos". El muro de la travesía llegó cuando les faltaba una hora para llegar a África. "Lo más duro fue la última hora. Las tres primeras fuimos bastante rápidos. Pero en la última notamos el cansancio, dolor de cuello y de hombros. Además se empezó a levantar el viento y había más olas", dice.

Junto a la exigencia física, los nadadores tuvieron que realizar un gran esfuerzo psicológico. "Hasta que no faltan mil metros, no distingues claramente la costa africana. Psicológicamente se hace muy duro porque tienes la sensación de que no llegas nunca. Y los últimos 200 metros nadamos contra corriente". La meta estaba situada en Punta Cirés, el punto más cercano al que podían llegar desde España.