Carlos Pauner ya se encuentra en territorio amigo. Ha cambiado las hostiles montañas del Karakorum, que paradójicamente tantas alegrías le han regalado, por los amables picos del Pirineo aragonés para reencontrarse con su mujer, su hija y sus padres. Las calles de Jaca recibieron ayer al montañero, que ha regresado del Karakorum con un nuevo ochomil , el quinto de su carrera, y ya piensa en el siguiente: el Cho Oyu (8.201 metros), destino hacia el que partirá a mediados de septiembre. Antes de afrontar una nueva aventura, Pauner explicará a los medios de comunicación sus vivencias en el G-I y visitará a sus amigos Juanito Oiarzabal y Edurne Pasaban, que se encuentran en la MAZ recuperándose de sus congelaciones producidas durante la conquista del K-2.

Después de más de dos meses de incomodidades, esfuerzo y sacrificio, gozar de unos días de descanso es el único deseo del alpinista aragonés en estos momentos. "Quiero disfrutar de la familia y los amigos", sueña en alto. Sin embargo, echar la vista atrás es irremediable: "Lo único con lo que me puedo quedar de la expedición a los Gasherbrum es la satisfacción de haber arañado una cima de más de 8.000 metros de altura en unas condiciones nefastas como las que se han vivido en el Karakorum este año. Y, sobre todo, después de todos los acontecimientos que nos han pasado: la muerte de un compañero, el intento fallido del G-II, el retraso de nuestra vuelta para estirar la expedición... Estoy orgulloso de haber sabido aguantar, haber peleado y haber tenido buenas vibraciones en cuanto a mi rendimiento", admite reflexivo Carlos Pauner.

A pesar de las penalidades, el himalayista oscense reconoce su éxito con una sonrisa. "Como ya he dicho otras veces, el único fracaso es no volver a casa Es lo que hay que evitar a toda costa. Llegamos muy pronto con la intención de trabajar en el monte y nos empeñamos en conquistar, por lo menos, una cumbre"--relata--."Hubo expediciones que llegaron más tarde, se marcharon antes y regresaron sin cima. Yo creo que hemos sabido estar, interpretar la montaña, hemos tenido esa capacidad para aguantar las condiciones hasta el límite. Y, a la vez, también hemos sabido renunciar a la otra cima. Son dos aspectos de la expedición que me dejan muy contento", afirma lleno de pundonor. Al margen de su encomiable exhibición de fortaleza física, Carlos Pauner volvió a demostrar en las montañas pakistanís un grado supremo de inteligencia. "Al final, esto es un juego de táctica y de experiencia. Estar fuerte físicamente resulta imprescindible, pero no es lo que marca las diferencias. Son la motivación, la ambición por una cima y, sobre todo, el planteamiento táctico: de saber esperar, mantener la concentración mental durante tantos días y saber retirarse a tiempo", explica.

SUPERVISION MEDICA En los próximos días, el alpinista jacetano se enfrentará a un completo y exhaustivo reconocimiento médico, en cuyos resultados no espera sorpresas desagradables. "Ha sido una expedición dura por el trabajo de montar los campos y abrir huella. También tenía algo de resquemor por el frío. Pero, aunque algo cansado del viaje de regreso, físicamente me encuentro muy bien", asegura. La escritura de su libro sobre la odisea vivida en el Kangchenjunga y la proyección fotográfica de sus peripecias en los Gasherbrum van a ocupar su tiempo en lo que resta de verano. El monte, ni nombrarlo: "Estoy tan saturado que seguro que no me van a ver el pelo por las alturas", bromea mientras reconoce que no esperó a llegar a España para saciar uno de sus antojos: beberse una jarra de cerveza. "Nos la tomamos en Islamabad --la capital de Pakistán--. Allí hay pocos sitios donde las sirvan, pero sabemos encontrarlos. Es un sabor distinto que, después de tantos días, habíamos olvidado".