Quién dijo que había etapas de transición en una Vuelta cuando la corre Alberto Contador y está en forma? Transcurría el día en paz, camino de Antequera (Málaga), un buen lugar para que el ciclista español aplicara el viejo dicho de la zona: «salga el sol por Antequera y póngase por donde quiera». Y quiso el Creador del ciclismo que el corredor madrileño atacase, que formara un lío de mil demonios y que en plena persecución de la estrella española Chris Froome se fuera por los suelos, nada menos que en dos ocasiones.

La Vuelta no está sentenciada y sí dominada. En lo físico no da la impresión que nadie pueda con un Froome incuestionable por táctica, fortaleza y apoyado por un equipo genial sin cuya colaboración, por ejemplo ayer tras caerse, podría haber perdido un tiempo terrible para sus aspiraciones de ganar y no solo 20 segundos con Vincenzo Nibali y 40 con Contador. Valga como comparación lo que le ocurrió a David de la Cruz, cuarto de la general, en Calar Alto. Pinchó a 12 kilómetros y no tuvo compañeros.

Sin embargo, y porque ya tiene malas experiencias en la Vuelta, Froome sabe que los daños colaterales sí pueden apearlo o por lo menos entorpecer su claro reinado con el jersey rojo. Y porque no puede fiarse, ni un pelo, de Contador, que ya está a un minuto del podio, y que sabe inventar, improvisar, liarla. Seguramente no lo hará en puertos de primera categoría donde sabe que Froome lo derrota y seguramente también Vincenzo Nibali, ahora a 59 segundos del británico.

Pero, ¿quién iba a pensar que en una etapa sencilla (con la retirada del aragonés Arcas por problemas de salud) y con fuga consentida (ganó por segunda vez el polaco afincado en Granada Marcyznski) Contador atacaría en un puerto de segunda? Solo él y también el irlandés Nicolas Roche, buen amigo del madrileño. «Ataqué porque nadie esperaba que lo hiciera», dijo el español.