Llegó la montaña, por fin, entre lluvia, entre rayos y truenos, y surgió de las entrañas del pelotón Alberto Contador para demostrar que es el más fuerte entre los favoritos, incluso más que Vincenzo Nibali, el líder, el único que lo aguantó para soltarse, como un suspiro, en los últimos 50 metros de la octava etapa. Apenas tres segundos de diferencia, pero suficientes para demostrar quién es el más fuerte en la montaña.

Aparecieron los Vosgos, con menos altitud que los Alpes, pero con la misma belleza, y comenzó a aclararse la general del Tour de Francia, algo falseada con clasicómanos por obra y gracia de los adoquines del norte, los que han impulsado a Nibali y los que obligarán a Contador a ser más fiero en la montaña que queda, que es toda, que hay mucha, que este sábado solo ha sido una señal en el cielo gris, que no se ilumina, según las previsiones, hasta el próximo jueves.

Disfrutó Francia porque suyo es el Tour y porque merecen los triunfos de sus ciclistas, este sábado, Biel Kadri, del conjunto AG2R, único superviviente de una larga fuga, el único que resistió el ímpetu de los corredores del Tinkoff-Saxo, el conjunto de Contador, que lo arropó y lo aupó, como no podía ser de otra manera.

Valverde, poco inspirado

Quizá Alejandro Valverde, a quien por su estilo ciclista le iba mejor la llegada a Gérardmer, estuvo menos inspirado de lo que se esperaba. Porque él es de Murcia, de secano, y nunca jamás ha disfrutado ni se ha lucido sobre la bici con mal tiempo, antipático, noviembre en julio, otoño en verano.

Respiró el conjunto Sky porque Richie Porte fue el cuarto de la etapa, el tercero mejor entre los favoritos, y porque ha confirmado que puede ser el relevo del retirado Chris Froome. Surgieron los Vosgos y Contador levantó la mano, buena señal, hay montaña, hay Tour.

Este domingo, el Gran Ballon, demasiado lejos, quizá, de la llegada de Mulhouse, pero el lunes ya aparece una ascensión de verdad, más allá de los 1.800 metros de este sábado, La Planche des Belles Filles, también en los Vosgos.