Ala que empiece la Liga, el Real Zaragoza cumplirá su sexto año consecutivo en Segunda División, el quinto con la actual propiedad, que recogió una Sociedad Anónima moribunda, con una deuda irresponsable, un finísimo hilo de vida y a la que ha conseguido resucitar. Ahora, el Zaragoza respira, camina, tiene pulso y un músculo social renacido en los ilusionantes últimos meses de competición y a pesar del desengaño terrible contra el Numancia. Este lunes la SAD tendrá que hacer frente al primer pago del convenio del concurso de acreedores, última herencia maldita de la etapa más vergonzante de la historia del club. 1,36 millones de euros en un par de días y un abono anual que irá creciendo progresivamente hasta el 2025, cuando el desembolso previsto ascenderá a 5,16.

En estos cuatro ejercicios, la deuda a terceros ha disminuido hasta los 70 millones. La total va por los 83. La actual propiedad la recibió por encima de los 107. El éxito financiero es suyo y también del control económico de la Liga que, con todas sus imperfecciones, ha contribuido de manera efectiva a que Castilla dejase de ser tan ancha. Pero a este Real Zaragoza contemporáneo se le resiste su objetivo prioritario, el deportivo, el ascenso a Primera.

Seis años consecutivos en Segunda es algo inaudito, la mancha en un expediente con reluciente lustre financiero pero al que le falta la matrícula de honor principal. Mientras tanto, la última campaña ha dejado un gran logro. Que el zaragocismo ha asumido con todas las consecuencias que de esta penosa trayectoria se sale mejor con más cariño. Con más zaragocismo.