Hay dos Clásicos en cuatro días, pero uno es definitivo. El de hoy. Anda en juego la Copa del Rey, un torneo menor por detrás de la Liga y la Champions. Menor, pero trascendente. Más aún cuando dirimen Madrid y Barça una clásica pelea por una plaza en la final de Copa, un torneo que han monopolizado los azulgranas en las cuatro últimas ediciones. Es, por lo tanto, el clásico verdaderamente definitivo.

Busca Valverde, avalado por la irrupción del mejor Messi tras unas semanas de miedo por esa lesión muscular que padeció ante el Valencia, superar el 1-1 encajado en el Camp Nou hace tres semanas. Busca, en realidad, el Barcelona sumerger al Madrid en una crisis que tendría, por supuesto, efectos inmediatos en el clásico liguero del sábado. De nuevo, en Bernabéu. Pero con un mullido colchón de nueve puntos de ventaja, que permite amortiguar cualquier caída.

En la Copa, sin embargo, es todo o nada. «No es el mejor resultado que podíamos tener», asumió Valverde reconociendo el error de la ida donde su equipo, que no tuvo a Messi en el once inicial, encajó el gol de Lucas Vázquez que le complicó su futuro. Luego, el tanto de Malcom le abrió la puerta de la esperanza. Curiosamente, desde entonces, el brasileño no ha pisado el césped. Todo un misterio.

Hay muchos misterios alrededor de este Clásico. Muchos misterios y una certeza. Messi está de vuelta. Y eso justo antes de aparecer en el Bernabéu es la mejor noticia para el Barça. No hay estadio, al margen del Camp Nou, claro, que domine el astro argentino con tanta autoridad como el madridista. El silencio se impone cada vez que toca el balón, dolido como está el equipo blanco, y su gente, por las gestas icónicas que ha ido dejando Leo en los casi tres últimos lustros.

El Madrid necesita más que nunca la Copa para no verse agarrado, una temporada más, a la Champions como única salida. Pero ya no tiene a Cristiano ni tampoco a Zidane. Sí cuenta con Vinicius, un joven de 18 años convertido en la única esperanza blanca, y Benzema, aunque el francés haya bajado su rendimiento. ¿Y Bale? No se sabe. Ni está ni se le espera, tal si fuera el Coutinho del Barça, pero con el problema añadido de que son muchos años ya en los que el galés desaparece de la escena. Ni siquiera la marcha de CR7 a la Juve este verano le ha hecho titular.

En la ida fueron decisivos secundarios como Lucas Vázquez o el propio Malcom. Ahora Valverde recupera a dos elementos singulares. Especialmente Arthur, el joven brasileño que da equilibrio, sin olvidar tampoco a Jasper Cillessen, el portero de la Copa. Falta saber si el meta holandés, recién salido de una lesión muscular en la que debía estar seis semanas de baja y se ha recuperado con 15 días de antelación, es titular. Ni rastro de Murillo y Boateng, los dos fichajes invernales.

Valverde, recién renovado hasta el 2020 con opción de seguir hasta el 2021, acude con el mejor Barça posible consciente de que es un clásico definitivo, mientras Solari, la marca blanca de Mourinho que no para de quejarse por el calendario, pone en juego quizá su futuro.