En nada, el próximo lunes, Agapito Iglesias cumplirá ocho años como máximo accionista del Real Zaragoza y, por lo tanto, como propietario de facto que ha hecho y deshecho a su antojo en todo este tiempo. Ocho años esperpénticos en los que su infame gestión ha llevado a la SAD a la ruina económica y deportiva, a reconocer una deuda de 113 millones de euros (más 42 diferidos en impuestos...) después del paso por un concurso de acreedores, algo inaudito, y a acabar en Segunda por segunda vez en su terrible reinado. Del Zaragoza prestigioso que heredó no queda nada. Se lo ha cargado todo.

En estos días, Agapito negocia la venta, efectiva o virtual, que ya lo veremos, más porque seguramente no tenga otro remedio ante la guillotina económica que se cierne sobre el futuro del club el 30 de junio que por voluntad de hacerlo. Para celebrar estos ocho años ha convertido el traspaso de la SAD en un espectáculo grotesco, con su inconfundible copyright particular. Ese es, por ahora, su último regalo al zaragocismo.