La Romareda se ha convertido en el epicentro del sentimiento blanquiazul. Un estadio añejo envuelto por una particular mística que recorre cada rincón de sus entrañas. Muchas generaciones han sentido en voz alta durante miles de partidos seis décadas de vida siendo el punto de reunión de una multitud de leones. Las posiciones han cambiado, ya que los aficionados han tenido estos días la posibilidad de visitar el interior del estadio y sustituir así su habitual sitio en la grada por los bastidores del feudo zaragozano.

Las colas para acceder al tour del campo han sido incesantes esta semana, similares a las que se forman en la víspera a un partido de vital importancia para el Real Zaragoza. En la ilusionante espera se da cita gente de todas las edades; desde ancianos con indumentarias antiguas del club hasta los más pequeños, aquellos que apenas han tenido ocasión de vibrar con el equipo. Más de 5.000 personas han visitado el corazón del zaragocismo gracias a la medida que el club ha llevado a cabo por el 60º aniversario de La Romareda. Los pasillos que conducen al campo están decorados con paneles que muestran imágenes históricas del club, momentos de gloria que levantan la sonrisa de los más veteranos y despiertan la curiosidad de aquellos que, en aquel momento, los desconocían.

Gregorio Arcega llevaba de la mano a su sobrino Iván por los túneles de La Romareda. Ense- ñándole todos aquellos episodios de fantasía que condecoran a la entidad blanquilla, con especial atención a los Magníficos. El momento cumbre llega cuando ante sus ojos se postra la inmensidad del teatro blanquiazul. «He visto muchas veces este estadio, pero nunca desde aquí abajo», comenta Gregorio. Un hombre de tradición, el socio número 264 del club, solo los devenires de la vida le privaron de haber estado vinculado durante toda su vida al Real Zaragoza. «Estuve unos años sin abonarme por cuestiones familiares, pero llevo desde 1972 con el equipo y aquí estaré hasta el día en que me muera».

Sentado en los banquillos recuerda uno de los momentos que le dejaron marca como zaragocista. Señalando al fondo norte explica como el mítico delantero blanquillo Ocampos y el defensor del Real Madrid Benito se enzarzaron en un duelo a puño limpio a la espalda del colegiado. Durante la enseñanza el sobrino Iván atendía con esmero, pero sin llegar a comprender todo aquello que su veterano familiar relataba. «Soy zaragocista desde que nací, me hicieron socio a los pocos días», comenta el joven zaragocista, ante la instantánea ré- plica del pariente, que se atribuía el mérito de haberle inculcado desde el primer momento la pasión blanquiazul.

Otro joven zaragocista, aunque algo más joven y menudo que Iván, pisó el verde por primera vez. Alberto Sierra correteaba a sus recién cumplidos cinco años por la zona de vestuarios, quedándose embobado ante las vastas extensiones del graderío. Su padre, Carlos, asegura que el chaval «se emociona viendo imágenes del Zaragoza». El chaval blanquillo pisó la semana pasada por primera vez La Romareda en la presentación de Vinícius Araújo y no ocultó su felicidad al sentarse en el asiento del técnico Natxo González.

La visita a La Romareda fue para muchos seguidores la oportunidad para rememorar aquellos momentos que les marcaron, como a Luis Cambra, que a sus 58 años aún recuerda aquel 6-1 al Real Madrid en la temporada 74-75. «Pisar este estadio es algo que jamás había pensado poder hacer. Se te amontonan los recuerdos y las vivencias. Es una pasada», explica Luis con la voz entrecortada. Han sido miles de aficionados los que se han citado en este tour que ha organizado el Zaragoza. Una medida que el club valora prolongar en función de las circunstancias, para que aquellos zaragocistas confesos visiten su casa y, los que aún no lo son, se acerquen a la familia blanquilla.