En un deporte como la F-1, donde jugarse la vida es lo cotidiano, el mayor miedo es no correr, no terminar las carreras. Y ese temor se respira en el paddock de Albert Park. Antes de empezar, se ha hablado mucho sobre los retos técnicos que comporta la nueva F-1 turbohíbrida, pero el cambio es tan grande que ni siquiera las escuderías tienen datos fiables para afrontar con garantías el primer GP del año.

Fernando Alonso es uno de los más escépticos: "Es muy difícil decir lo competitivos que somos ahora mismo. Tendremos más respuesta en 24 o 48 horas, pero es una situación incierta para todos", dijo el bicampeón asturiano en la primera rueda de prensa oficial del año. Menos dudas le ofrece el cambio en el formato de los entrenamientos cronometrados, que mañana definirán la parrilla de salida en Melbourne. Ahora, los pilotos contarán con un juego extra de neumáticos Pirelli para atacar sin reservas en la Q3, la última y definitiva fase de clasificación: "Yo llego muchas veces sin gomas nuevas para la Q3, así que estoy contento con este cambio", insistió.

Ferrari reconoce su acercamiento conservador, ya que este fin de semana utilizará el mismo coche que terminó las pruebas de Baréin hace 12 días y una réplica ensamblada en Maranello, sin evoluciones: "El coche es exactamente el mismo que vimos en Baréin. No lleva ni un patrocinador nuevo, nada", aseguró un Alonso muy distendido.

Tampoco Sebastian Vettel tiene motivos para el optimismo, tras un invierno nefasto para Red Bull: "Es difícil saber como serán las carreras, cómo nos sentiremos dentro del coche, cuántos verán la bandera a cuadros. Ya hemos visto que tenemos muchos problemas, y también otros equipos. Igual hay un montón que no acaban por falta de gasolina", dijo el tetracampeón, seguro de que la falta de fiabilidad no es coto exclusivo de Red Bull.

Le apoya Nick Chester, el director técnico de Lotus: "Creo que todos los equipos están preocupados, no sólo los propulsados por Renault. Todos saben que, si surgen ciertos problemas, pueden necesitar tres o cuatro horas para arreglarlos". Si hasta ahora se empleaba poco mas de una hora en sustituir un propulsor o una caja de cambios, ahora se necesitan dos más con la nueva unidad turbohibrida.

Y el caso preocupa especialmente para la clasificación del sábado, ya que una rotura inoportuna en la última sesión libre (dos horas antes) puede suponer que el coche no esté listo para tomar parte de la tanda decisiva y, por tanto, no tendría derecho de empezar el GP, salvo decisión de gracia de la Federación Internacional (FIA). La presión es mejor pasarla a los contrincantes, ya que el miedo es simplemente inevitable. "No acabará nadie, ¡cruzaremos todos la meta a pie!", bromeó Daniel Ricciardo, piloto de Red Bull.