"No había visto un bajón así en mi vida", decía ayer en una entrevista el preparador físico del Valencia, Roberto Sassi. Lo cierto es que por Mestalla todos andan buscando explicaciones para entender cómo el mejor Valencia de la historia, el que logró la Liga y la Copa de la UEFA de la mano de Benítez, es con Ranieri un equipo endeble, un edificio en ruinas después de que destilara la precisión de una máquina hace unos meses. Las ausencias vitales, la pérdida de confianza, el desgaste psicológico y el poco acierto desde el banquillo son los factores de una crisis tan profunda que tiene su reflejo numérico en nueve partidos sin ganar y que va a hacer que la visita del Zaragoza se vea desde el trasfondo de la ansiedad y los nervios, con un estadio que se convertirá en un polvorín a poco que al equipo che no le salgan las cosas.

Las reuniones han sido las indudables protagonistas estos días. El Consejo, por su cuenta, el presidente, Juan Soler --que no conoce la victoria desde que relevó a Jaime Ortí-- con Ranieri, éste ayer con los jugadores durante una hora en el vestuario... Todo para tapar las muchas vías de agua en un equipo al borde del ataque de nervios.

El inicio de una crisis

El conjunto che no ha superado la marcha de Benítez al Liverpool. Un técnico al que los jugadores veían muy metódico, pero que trabajó tácticamente al equipo hasta convertirlo en un bloque casi perfecto. Ranieri fue fichado por su tirón popular a golpe de talonario --tres millones de euros netos-- para contrarrestar ese adiós y es además el mánager deportivo. El puso los cimientos de esta época gloriosa con la Copa conquistada en 1999 en Sevilla, pero la maquinaria se perfeccionó con Cúper --dos finales de Champions-- y sobre todo con Benítez --dos Ligas y una UEFA--, tanto que el Valencia no es el mismo de hace cinco años: se ha acostumbrado a estar en lo más alto. Pero el técnico romano sigue siendo el mismo. Y ahí empieza el fallo del sistema.

Con Ranieri, además, llegaron fichajes. Di Vaio, Fiore, Corradi y Moretti, todos italianos, y Caneira, portugués, y no salió ninguno de los jugadores claves del doblete. El bloque, en teoría, mejoraba, pero en la práctica no fue así. Ranieri se empeñó en dar oportunidades a sus compatriotas y, salvo Di Vaio, ninguno ha justificado su fichaje --además Fiore y Corradi piden ahora su salida-- y el equipo lo acusó en el arranque. Perdió la Supercopa ante el Zaragoza, pero fue capaz de ganar la de Europa, frente al Oporto.

Ya por entonces era baja Ayala, lesionado en los Juegos, pero el equipo sólo empezó a acusarlo cuando se le añadieron otras circunstancias. Así, después de un buen comienzo de Liga, con una actuación deslumbrante en Riazor (1-5), la lesión de Vicente, la baja forma de Albelda y Baraja --a los que la acumulación de esfuerzos les pasa factura--, la mala suerte en forma de lesiones de Aimar y el ostracismo de Mista hasta que renovó y, desde que lo hizo, su bajo nivel completan un cuadro decisivo. Es verdad que con Benítez y sus famosas rotaciones no había ningún insustituible, pero sí una columna vertebral clara. Y ésta, ahora, anda resquebrajada, como casi todo en este Valencia.