Entre la vida y el atletismo, yo prefiero el atletismo". La frase corresponde a Hicham El Guerrouj, la gran figura de la reunión atlética que tendrá hoy lugar en Zaragoza. Esa afirmación descubre la manifestación tópica del profesional que quiere dejar constancia lapidaria de que llegar a la cima exige un enorme sacrificio. No obstante, en ocasiones le superan el trabajo y la monotonía. "Lo más difícil es levantarme cada día, entrenarme. Siempre la misma rutina, siempre las mismas cosas...".

Como buen marroquí y devoto del Islam, guarda sus mejores perlas cuando desea subrayar que su don, sin embargo, tiene un altísimo componente divino. Así, "cien por cien musulmán", se declara "un misionero del atletismo", y afirma no pocas veces que su destino está escrito. Las estrellas magrebís no sólo siente un enorme fervor por el impulso celestial que han recibido, sino que suelen rendir un sentido respeto por los líderes de sus países. "Siempre que consigo, algún resultado importante, la primera llamada que recibo es la de Mohamed VI. Es una persona que ama el deporte. Tengo muy buena relación con él, como antes la tuve con su padre", ha comentado el mediofondista.

Hasta este punto, El Gerrouj no se distingue en exceso del perfil de sus antecesores que alcanzaron la gloria y entraron por la puerta grande del Palacio Real. Monarca de la pista, de la publicidad y héroe del pueblo, sin embargo no se ha alejado de la gente que le admira como antes él adoró a Said Aouita. Es embajador de la UNICEF y tiene muy claro que su futuro estará ligado a la política. "Sobre todo en el ámbito social"1, remarca. "Me preocupa la educación de los niños".

Un país necesitado

Su visión de la realidad de Marruecos, sin señalar a culpables o responsables, abruma por el frío análisis de una situación a la que no da la espalda pese a sus compromisos deportivos, a las medallas y a los records. "Mi país necesita mucha ayuda, inyecciones económicas que le permitan remontar la difícil situación que atraviesa". Y va más allá en la mirada crítica. "El estado de los orfanatos es lamentable y también me inquieta el futuro de los niños pobres. Hay que desarrollar Marruecos, pero, para eso, hace falta más ayuda. Hay demasiadas palabras, muchas promesas que no siempre se cumplen".

El Islam

Embajador de lujo del deporte marroquí y de Dios, su fe en sí mismo y en su religión es inquebrantable. Descarta que el islamismo esté bajo sospecha y, sobre todo, intenta que sea observado sin una mirada extremista. "El Islam no es el peligro. Mi religión reflexiona sobre la tolerancia, la paz, la proximidad entre personas de distintos países y de diferentes culturas. El mundo no se puede alejar del Islam. Occidente tiene que hacer un esfuerzo para entender nuestra cultura".

De niño fue portero de fútbol y su ídolo era Ezaki, el exguardameta del Mallorca y de la selección de Marruecos. Hoy corre por el tartán y su vida es el atletismo porque así lo han elegido él y Dios, del que es un magnífico misionero.