La historia, por repetitiva, ya empieza a ser cansina e insoportable. Como el año del nacimiento del club, como ocurrió la segunda temporada, como siempre, el CAI Zaragoza ya está de nuevo en crisis. Esta vieja nueva situación de emergencia, generada ahora por un juego plomizo y por una sucesión de derrotas lastimosa contra equipos de ninguna entidad, ha colocado a Oscar Quintana en el centro de la diana y su puesto en el banquillo ya está en entredicho. Como sucedió en ocasiones hace dos temporadas, como el año pasado, la afición se marchó del pabellón cuando el partido aún no había terminado y la que se quedó protestó la insultante imagen de su equipo con una pitada desesperada, sin dirección, al aire, como si aquello ya lo hubiese vivido y no hubiera solución. Todo porque el CAI perdió su quinto partido de Liga contra un Melilla de rebajas y dio la impresión de que, a pesar de hacerlo muy mal, aún lo puede hacer peor.

SIN ESTILO La crisis no es una crisis cualquiera, es una crisis de identidad, de indefinición, de estilo, de no saber qué se quiere, a qué se juega, por qué, dónde, y cuándo se hacen las cosas. Es una crisis total, mayúscula, galopante, a la que no se adivina un final. O el equipo no entiende a Quintana o Quintana no entiende al equipo. O las dos cosas a la vez.

La realidad es que el CAI transmite inseguridad, desconfianza y fragilidad, es ahora mismo un mal equipo de baloncesto, con rémoras por todos lados, sin soluciones y obsesivo en los errores. Es incomprensible que Josemi García firme 36 puntos y lance 22 tiros libres por la incapacidad global para descifrar cómo detenerle, es un expediente X la insistencia por presionar al hombre a medio milímetro facilitando decenas de penetraciones y canastas fáciles, es preocupante convertir en proscritas las zonas y marcharse del pabellón sin ni siquiera saber si el rival tira de tres bien o mal, es una pena ver jugar a Brown y a Asier, es desesperante ver a Ciorciari hacer una falta detrás de otra con el Melilla en bonus por interpretar la defensa erróneamente, mirar a Lescano y verlo triste, a Cilla desencajado, a Galilea con 24 puntos de valoración y en el banquillo en los cinco minutos determinantes, a Urtasun cabreado, a Ferrer también, y a Borja Fernández, que sólo es actitud y mucho trabajo, convertido en el héroe de una película de perdedores con la afición gritando Borja, Borja, Borja... como manifiesto síntoma de desconsuelo.

LAS REACCIONES En medio de un terremoto de sentimientos encontrados, de volver a tropezar en la piedra de siempre, el Melilla sumó su segundo triunfo con un equipo vulgar y tras haber soportado con entereza las reacciones del CAI tras el primer cuarto (un 13-0 volteó el marcador para ponerlo 31-25) y en el último parcial (78-77, a 3 minutos para el final) con una sucesión de triples de Lescano. Ayer, hoy, el CAI es peor que el Melilla. Por eso la situación es preocupante. Por eso perdió.