—¿Cómo quedó el ánimo del equipo tras caer en Vallecas?

—Estábamos convencidos de ganar, pero el partido, sobre todo en la segunda parte, no se nos dio. Perdimos una oportunidad buena de apuntar al ascenso directo. El golpe anímico lo recibes tras una derrota tan importante pero ahora estamos con la misma energía positiva e ilusión por meternos entre los seis primeros.

—¿La única meta es el ‘playoff’?

—Es que el objetivo fue el playoff desde principio de temporada. Claro que nos ilusionamos con el ascenso directo, pero esta Segunda es tan competitiva... En Primera pronto se despegan seis o siete equipos, pero aquí hay como doce aspirando a lo mismo y en una distancia escasa muchos tras 35 jornadas. No nos resignamos a nada, tampoco al ascenso directo, pero es muy difícil. El objetivo primordial es subir. De la manera que se dé, no lo sé.

—Quién lo iba a decir al final de la primera vuelta, donde solo llevaban 24 puntos. ¿Qué hizo clic en el equipo para una reacción tan espectacular?

—Fue una barbaridad. Sentíamos todos el hecho de estar haciendo algo importante. Es que éramos el mejor equipo en la segunda vuelta, pero también de los mejores en las ligas europeas. No sé qué hizo clic. El equipo fue madurando, se fue asentando y tomando los roles cada uno. La idea de trabajo y la de juego se mantuvieron, pero el bloque alcanzó más poso y las circunstancias ya no se nos dieron tan en contra. Cuando se insiste sobre una idea y crees y trabajas, como hicimos, los resultados llegan. El fútbol es bastante agradecido.

—¿Llegaron a dudar el equipo y usted de que iba a ser así?

—Siempre, quieras o no, te dejas llevar por lo externo, es imposible que lo que se vive fuera no le afecte al grupo. Sobre todo aquí, donde se respira fútbol en la ciudad de una manera tan intensa. Es imposible que ese pesimismo o incertidumbre no te llegue, por muy seguro que estés de tu trabajo. Se refleja en que sales al campo con esa inquietud. Eso es la presión. Ahora la presión es diferente, más linda, aunque hay que gestionarla también. Eso sí, de ahí a entrar a dudar, yo nunca me dejé llevar por eso, ni nadie del vestuario. No hubo el pensamiento de que esto iba a ser un desastre y que no íbamos a salir de abajo. Si hubiésemos pensado eso habría sucedido. Y no pasó.

—¿Cómo se sintió de importante en la reacción? Sus partidos y paradas dicen que mucho.

—Soy uno más. Esto es un juego de equipo, no es una falsa modestia. Entiendo el puesto de portero como un engranaje más. Estamos para eso, para evitar goles.

—¿En los días de vino y rosas es más fácil dejarse llevar, distraerse en el elogio?

—Si no tienes una cierta experiencia, sí corres el riesgo de dejarte llevar por los halagos y eso puede confundirte. Si has vivido las espinas, el otro lado, es más complicado que te pase. Todo lo que viví en mi carrera hace que cuando llegan los elogios potencie más el trabajo y las ganas de seguir creciendo.

—No bajar los brazos...

—Claro, es que cuando llegas a un nivel muy bueno, hay que mantenerlo, porque estás creando una expectativa alrededor.

—¿Que le transmitía la gente tras esas actuaciones buenas?

—Recibí muchas demostraciones de cariño. Siempre me dicen que hacía tiempo que no veían un portero que lo hiciera así en el Zaragoza. Yo vivo en La Muela, voy a la misma cafetería todos los días y la gente mayor que va son siempre los mismos. Entro y nos ponemos a charlar, me cuentan historias del Zaragoza, cosas del fútbol. Rescato eso con mucho valor, porque también me ayuda a valorar lo que significa ocupar esta portería del Zaragoza.

—Cuando firmó en agosto tras más de un año sin jugar, ¿imaginaba que le iba a ir tan bien?

—Pues no, por supuesto que no. Salió bien. Gracias a Dios, y lo digo aun sin ser religioso. No sabía lo que podía pasar, fue de forma inconsciente como lo tomé. No sabía cómo iba a responder, el nivel que iba a dar tras un año y medio prácticamente sin estar en una cancha, sin ni siquiera haber trabajado demasiado en ese tiempo. Me centré en trabajar, estuve obsesionado en ponerme bien física, mental y emocionalmente. Después, que saliera lo que tuviera que salir. Y fue bien.

—¿La diferencia con su época anterior es que ahora vive el fútbol y que lo visualiza más?

—Sí, exactamente ese es el cambio en mí. Es que nunca me lo tomé tan en serio antes. Bueno, a ver, más bien diría que no tenía ilusión por lo que hacía. No tenía lo que se necesita para crecer. Puedes tener mucho talento y condiciones innatas, pero si no lo alimentas con trabajo y con querer aprender es imposible. Yo antes no veía un partido de fútbol, ni a otros porteros. En mi inmadurez, pensaba que no lo necesitaba. Ahora, me paso el tiempo viendo movimientos de arqueros y otros partidos. Sin ser un apasionado, la diferencia es que ahora visualizo fútbol, que estoy muy centrado en la profesión.

—Con su buena campaña aquí, ¿tuvo alguna opción de ir al Mundial con Argentina?

—No, creo que no la hubo. No porque no me sienta capacitado, sino porque veía que me faltaba mucho más para estar y porque había otros que lo merecían más. Pero nunca se sabe, yo me veo para llegar algún día. Si mi cuerpo me acompaña, si mis ganas siguen estando ahí, me veo capaz de optar el próximo Mundial.

—Eso sería ya en el 2022.

—Tendría 36 años. Imagino que mi proyecto de esta segunda etapa en mi carrera es a largo plazo, pero tampoco sé cómo voy a estar. Cuando decidí volver lo hice apostando al máximo, no eraregresar para un rato. Quería encontrar mi máximo nivel.

—Ha dado un gran nivel y renovó por objetivos por dos años más. ¿Si no se sube a Primera, seguirá Cristian Álvarez aquí?

—Es una pregunta difícil. No lo sé. No me planteo nada ahora. Yo me veo aquí el año que viene y en Primera. Así me imagino, logrando el ascenso. Es que si no eres ambicioso, esto no sirve de nada, ¿Para qué si no estamos aquí?

—Pero el Zaragoza puede que no suba. Ahora no está ni en el ‘playoff’ de ascenso.

—No está fácil y hay que pelearlo, pero hay tiempo y opciones para lograrlo. A mí me gustaría jugar en Primera con el Zaragoza, pero no sé qué escenario se va a dar. No pienso en si viene un equipo de primer nivel a por mí o en si no sube el Zaragoza. Solo miro a estos siete partidos. Sé lo que significa este club a nivel nacional y me ilusiona mucho pensar en si subimos lo que puede llegar a ser esta ciudad y este equipo de nuevo en la élite.

—¿Y eso le llena?

—Por supuesto. Me ilusiona pensar lo que puede ser la fiesta en el Pilar o en las calles de la ciudad si subimos. Teniendo eso como deseo, como objetivo, no puedo pensar en si me voy a ir en el próximo mercado de verano. Ahora, tampoco puedo decir que eso no vaya a pasar y asegurar que voy a quedarme jugando en Primera o en Segunda. No lo sé. Este deporte tiene esto. Eso sé que es difícil de entender para la gente que le apasiona un club, que lo vive como algo suyo, pero es así.

—¿Le ha llegado ya una oferta de algún club importante?

—No, de verdad que no.

—¿Qué le parece la afición del Zaragoza? ¿Qué ha descubierto en estos más de ocho meses?

—Sé que antes era más exigente, porque vine a jugar aquí como rival, y ahora no lo es tanto. Me ha impresionado la cantidad de gente que va al campo, tanto de local como jugando fuera de casa, porque tiene mucho mérito estando en Segunda. Nos empujaron mucho, al principio una barbaridad, después todos nos metimos en una dinámica más negativa, porque los resultados no llegaban. El cariño que he sentido en lo personal también es indescriptible.

—En la plantilla hay mucha juventud. ¿Qué jugador le ha sorprendido más o lo ve con más condiciones de triunfar?

—No me gusta individualizar. Veo muy buenas condiciones en todos y después están otros factores: lo que puedan sostenerse en el tiempo, la cabeza...

—¿En quién se ha apoyado más en el vestuario?

—Soy un poco lobo estepario (sonríe). Hablo poco, soy bastante callado. No es timidez, para nada, solo que soy observador.

—En los veteranos como usted la función de líderes es vital. Eso no casa con hablar poco.

—Bueno, hablo también y hago bromas, claro que sí. Zapater es el referente máximo del equipo y tenemos otros veteranos como Mikel (González) o Toquero. También Simone (Grippo) o Javi (Ros), pero ya son más chicos. Hemos congeniado bien. Mas allá de ser callado, creo que soy un factor importante dentro del grupo.

—Cada uno es del club de donde nace, de lo que ha vivido más en su carrera. En su caso, de Rosario Central. En su tiempo aquí, ¿ha visto a alguien que sea más zaragocista que Zapater?

—Alberto te da un punto de referencia magnífico de lo que es el club, pero también de lo que es el zaragocismo y el sentir aragonés. Es sobre todo una persona noble, es como yo más lo veo.

—Hay que hablar del Almería. ¿Cómo ve el encuentro?

—No es un tópico, pero será un partido durísimo, como los seis que habrá después. El Almería está en una situación desesperada, necesita puntos. No será fácil ganarles, desde luego.

—Quedan cuatro partidos en La Romareda, doce puntos. ¿El ‘playoff’ pasa por casa?

—No sé si nos va a alcanzar solo con eso, creo que el playoff va a estar más cerca de los 70 puntos. Lo que nos va a exigir seguro es mantener la dinámica que llevamos en esta segunda vuelta.

—Antes hablaba del día del ascenso. ¿Ha visualizado cómo será la fiesta?

—Sí, varias veces. Veo a la gente reventando la ciudad de alegría, festejándolo mucho. No puede ser de otra manera.

—En los dos anteriores ascensos, tanto en el 2003 como en el 2009, hubo cierta polémica en la ciudad por si un club como el Zaragoza, habitual en Primera, debía celebrar o no el ascenso. Ahora no la habrá.

—Puedo entender que sucediera eso, aunque no lo sabía. Por lo que representa el club históricamente puede ser lógico que se pensara en si debía celebrarse o no subir. No soy yo quien debe decir si festejarlo o no, pero tras cinco años en Segunda entiendo que hay una necesidad, que la alegría por ascender a la máxima categoría sería máxima.

—Alegría sobre todo por la urgencia que tiene el club y la ciudad por recuperar su sitio histórico entre los mejores.

—Es que es innegable esa necesidad de la entidad y de la gente por subir y se percibe todo el tiempo que estás aquí. Y eso es una presión que también nos influye a los futbolistas, porque no somos de piedra. Nos afectan más las cosas de lo que se piensa mucha gente. El aficionado ve el fútbol y siente a su equipo con intensidad, pero después tienen otras ocupaciones, sus vidas. Para nosotros es nuestra vida.