Dos de los futbolistas que vivieron las noches mágicas de tiempos de la Recopa, con sus triunfos de reputación y sus títulos, vivieron en directo el triunfo ante el Sporting la tarde en que La Romareda se volvió a inflamar. Se prendió la mecha del futuro. No hubo un detalle que levantara a la grada, al estilo de una gresca, una entrada, una decisión arbitral injusta... cualquiera de esas cosas que levantan a un estadio muerto. Fue el olfato de la hinchada, dicen, el instinto de protección. «Lo necesitaba el equipo. La gente se dio cuenta de que los jugadores habían dado todo lo posible y les puso la bombona de oxígeno. El equipo pedía auxilio, se notaba. Necesitaba que presionaran al equipo contrario, al árbitro, a todos», dice Andoni Cedrún, a quien concuerda Xavi Aguado: «Hace mucho que no había visto una Romareda tan beligerante. Fue la gente la que aguantó al equipo».

Algo saben Aguado y Cedrún, que suman más de 700 partidos con la camiseta del Zaragoza y detectan que ha saltado una chispa. «Ahora los lunes hay sonrisas. El Zaragoza es la temperatura de la alegría en esta ciudad. En la calle, mucha gente mayor es la que me dice: ‘Cedrún, que vamos a subir’. Están orgullosos de este equipo», explica el guardameta. El central va un paso más allá: «La gente ha madurado y ahora sabe que sin ellos no ascenderá».

Hay más causas para este cambio en el estadio, que vivió 15 minutos volcánicos en el tramo final ante el Sporting. Una, por ejemplo, los aragoneses. Cinco zaragozanos acabaron el partido sobre el césped. El vasco se tira directamente: «A mí personalmente eso me pone muy cachondo. Es tu cultura, gente de tu sangre». Confirma el catalán: «La cercanía hace muchísimo, claro. Esos jugadores tienen un orgullo aragonés que a la gente le encanta. Necesitas un referente en el campo y eso da un plus a la gente, que se siente reflejada más que nunca».

Acto seguido, se detienen en el mismo nombre. «Delmás me encanta, me vuelve loco, como a la afición. No podía más pero aguantó hasta el final. Era un león herido que no quería caer. De ese segundo tiempo hay que hacer un vídeo para ponerlo a los niños en la Ciudad Deportiva. Es el ejemplo de la virtud que tienen que tener los jóvenes», afirma Andoni, al que refuerza Xavi. «Ver un chaval de 20 años contra el mejor extremo de la categoría, con los gemelos subidos desde el minuto 65 y sin cambios, ver que tiene que aguantar como un león... Ese futbolista es que el que representa a la grada. Ven entrega y valor y a la gente le motiva. Esa actitud de ir hasta el último centímetro a la gente le pone a cien».

¿Llegó La Romareda a su punto de ebullición el pasado sábado o aún habrá más? Cedrún lo tiene claro. Falta lo mejor. «Las noches en La Romareda tienen aún más decibelios. Ahí se te ponen los pelos de punta. Y los playoffs serán por la noche. Luego hace falta que Borja las meta y el portero siga siendo un extraterrestre». Aguado le da una lectura de futuro: «Con La Romareda así, el 50% de la eliminatoria está ganada. Ganar en el playoff en Zaragoza va a ser muy muy difícil. Has ganado aquí a los mejores, sabes que les puedes mirar a los ojos, que puedes competir contra ellos en la promoción».

Falta contar cómo se viven esas jornadas de estruendo cuando se vive abajo, a un lado y al otro. Aguado se anticipa: «Desde arriba la sonoridad es espectacular, pero abajo el sonido parece que se multiplique por mil. Se crea una caja de resonancia brutal. A veces, por ese estruendo, no se escucha ni al compañero que tienes a 10 metros. Eso es un extra de gasolina. Aunque estás muerto, tienes una energía que te hace doblar los esfuerzos. Es brutal, de verdad. Cuando la gente aprieta, aporta tantas cosas que te hace rendir al máximo. Condiciona al árbitro y al rival. Solo hay que ver cómo sufrió el Huesca la primera media hora. Cuando estás en el campo, además, lo notas en las caras de los rivales. Yo recuerdo que los únicos que aguantaban bien esa atmósfera eran el Barcelona y el Madrid, pero otros como el Feyenoord o el Chelsea sí que lo notaban. Al final, eres humano y esas sensaciones acaban condicionando tu comportamiento», dice Aguado, que sueña con recuperar «la generación perdida con el agapitismo».

Termina Cedrún como un torrente. «El Sporting, por ejemplo, cuando quiso darse cuenta ya perdía 2-0. Hay que estar ahí para entenderlo. Abajo la sangre corre mucho, te pones como una moto. La Romareda te enchufa, es como una droga».