«Para eso estamos», dijo Anquela en rueda de prensa cuando le preguntaron sobre la eficacia de los cambios. No le pudieron salir mejor al técnico andaluz. El primero de ellos fue David López, un veterano curtido en mil batallas, justo antes del gol del Getafe. Conforme el cabezazo de Jorge Molina besó las redes, Anquela metió a Vinícius, pero lo hizo por Borja Lázaro, sin volverse loco con dos delanteros en busca de varios goles a la desesperada. El tercer cambio sorprendió más ya que el entrenador quitó a Akapo, sacó al eterno capitán Juanjo Camacho y puso a Ferreiro de carrilero largo.

Anquela pedía tranquilidad y poso dentro de la vorágine atacante que se venía encima. El estilo de Bordalás, más defensivo que ofensivo, hacía presagiar que el Getafe, con un 0-2 a favor, se iba a echar para atrás. Además, por sentido común, el Huesca iba a ir ganando metros y achuchando la portería de Guaita, alentado además por un público que se entregó. No es para menos dadas las circunstancias.

Así, dentro del caos, salieron dos soldados veteranos. Un David López que sabe lo que es jugar en Europa y Juanjo Camacho, toda una institución en la ciudad altoaragonesa. Ante el Levante, la salida del riojano guió la remontada oscense e incluso asisitó a Samu Sáiz en el 1-2.

En el caso de Camacho, sólo había disputado 203 minutos en la segunda vuelta, pero Anquela confió en él. Su salida fue un revulsivo que levantó a la grada y el propio jugador puso la garra necesaria en un momento tan delicado. Además, llegó justo después del gol de Vinícius que puso el 1-2 en el marcador.

En el minuto 93, después de que Guaita salvará un testarazo de Jair, el conjunto oscense no se vino abajo. Los creativos estaban muy cansados por el esfuerzo físico. A Samu Sáiz le costaba combinar, Vadillo estaba en el banquillo y Ferreiro actuaba de carrilero.

Entonces, un balón peinado fue recogido por Vinícius, abrió a David López y éste no bajaba la mirada al balón, buscando un amigo al que servirle el esférico. Vio a Camacho llegando libre de marca en el segundo palo. Y gol.

La celebración lo dice todo. El capitán, a sus 36 años, no ha jugado en Primera con el Huesca. Ni siquiera lo había tenido tan cerca como hasta ahora y ha estado en el barro de la Segunda B ayudando a lo que es hoy el club. Su veteranía y la de otros es muy necesaria.