La vida real camina a una velocidad mucho más lenta que la de los anhelos. Muchas veces se quiere que las cosas pasen antes de que puedan pasar y ese continuo apresuramiento convierte ilusoriamente las horas en días y los días en semanas. La negociación para el fichaje de Miguel Linares por el Real Zaragoza ha llegado a parecer el cuento de nunca acabar después de un proceso real muy largo y eterno en el imaginario. Jurídicamente estamos ante una contratación con muchas aristas y problemas extraordinarios por la singular situación institucional del Reus y su disputa legal por sobrevivir, con pleitos complejos en marcha y muchos abogados por el medio.

Tanto la negociación para que el delantero pueda vestirse la blanquilla sin dar ningún paso en falso, como la de Dorado, el otro objeto de deseo, han vuelto a dejar claramente al descubierto cuál es la realidad financiera y deportiva de este Real Zaragoza, que no puede ir a mercados principales y tiene que recurrir a estos escenarios y tiempos para tratar de mejorar la plantilla.

Con ambos futbolistas, el club busca veteranía para un grupo muy joven, identidad, compromiso y profesionalidad desde el primer minuto. Nacidos ambos en 1982, con 36 años en sus piernas, Linares viene de competir con regularidad y de ser titular indiscutible en otro equipo de Segunda. Dorado apenas ha jugado en el Rayo en Primera, pero su anterior temporada fue buena. De los dos se espera que mejoren la cojera del Zaragoza delante y atrás: de Linares que haga goles (en sus últimos cuatro años en Segunda ha firmado 6, 8, 10 y de momento 4) y de Dorado que los evite.