Las categorías formativas son el hervidero de cualquier deporte, son años clave para trabajar algunos aspectos que se dejan de lado cuando la jugadora comienza a buscar objetivos más ambiciosos. Ainhoa Donaire lo sabe bien, es seleccionadora de las más pequeñas del combinado aragonés, entrena a niñas de categoría sub-12 cada miércoles en los campos de la Federación Aragonesa de Fútbol, aunque este año todavía no se han podido poner en marcha y el anterior no llegaron a jugar el Campeonato de España.

Esta sería su tercera temporada ocupando este cargo, pero el coronavirus solo le ha permitido disfrutar de la experiencia al completo en una ocasión, en su primer año: «No conseguimos clasificarnos en el campeonato por el golaverage, pero para ser el primero quedé contenta, ganamos dos partidos, empatamos uno y perdimos uno», recuerda Donaire y puntualiza que «el balance es para estar feliz aunque habría estado genial pasar para que las niñas jugasen más partidos». Y más todavía siendo que en el 2020 el confinamiento en marzo supuso que solo pudiesen juntarse a entrenar durante un par de meses. El campeonato estaba programado para mayo.

La preparadora está contenta con su papel en el fútbol formativo aragonés y no se ve ni en categorías masculinas ni en absolutas porque con las pequeñas «es súper gratificante, son esponjas» y su objetivo es, según asegura, «ayudar a mejorar y a que las niñas no dejen el fútbol». Donaire cree que hay distintos factores que hacen que la vida futbolística de las niñas sea más corta que la de los niños. Uno de ellos es que «de pequeñas es fácil jugar, puedes estar en un equipo de chicos, pero llega a una edad en la que te tienes que ir a un equipo femenino absoluto y se cierra el abanico de posibilidades».

Esto es lo que ocurre en Aragón. Cuando las jóvenes futbolistas cumplen trece años se enmarcan en una categoría absoluta «en la que jugarán contra mujeres de 40», algo que no es del gusto de todas. Otra de las razones es que «con quince años ya te planteas si vas a llegar a algo», porque «no hay un paso intermedio como acabar jugando en Segunda División B o Tercera», asevera.

Así es como ella llegó a los banquillos. «Yo con 20 años supe que el fútbol no me iba a dar de comer, no iba a poder vivir de ello y para estudiar una carrera jugar me restaba mucho tiempo», confiesa la aragonesa, que comenzó como jugadora en un equipo de chicos de fútbol sala a los seis años. Fue en su último año en el Zaragoza CFF cuando decidió sacarse el título de entrenadora de fútbol base. Eran solo dos mujeres en clase.

«Siempre me ha llamado la atención ser entrenadora y me metí en el propio Zaragoza, donde estuve tres años», recuerda Donaire y explica que fue Miguel Ángel Tolosana quien le animó a echar una mano en la Federación. Allí ha sido donde se ha dado cuenta de que «las niñas llegan con muy buen nivel técnico» y que «los entrenadores no son cualquiera». La seleccionadora aprecia que, sobre todo en el fútbol femenino, los técnicos tienen experiencia y añade que «hace años (cuando ella competía) Aragón no podía soñar con este nivel». Donaire explica que el año del campeonato tuvo «dudas para seleccionar» y que esto se debe a la calidad de las niñas.

Para hacer ese proceso de selección, la Federación envía a la entrenadora una lista con las niñas que están jugando en los equipos y pertenecen a su categoría. A partir de ahí, «se trata de coger el calendario, mirar cuándo juega cada equipo y e ir sábado tras sábado a ver partidos». Jornadas de fútbol que no solo será femenino, sino también mixto para ver a algunas niñas que juegan con o contra niños. De hecho, la preparadora asegura que para las pequeñas puede ser interesante competir con chicos «por la competitividad que tiene, lo que les inculca la sociedad desde que nacen».