El mejor equipo contra el mejor jugador. La historia se repite por cuarto año consecutivo. Golden State Warriors volverá a medirse a los Cleveland Cavaliers de LeBron James en la final de la NBA tras eliminar a los Houston Rockets en el séptimo partido de la conferencia Oeste con un marcador de 92-101.

Como sucedió en el sexto envite, la clave estuvo nuevamente en el tercer cuarto, cuando el equipo de San Francisco le dio la vuelta al marcador con un parcial arrollador para gestionar la ventaja desde entonces y volar hasta el que podría ser su tercer anillo en cuatro años. El despertar de Kevin Durant fue decisivo. Las metió de todos los colores, con triples estratosféricos que dejaron sin resuello a los Rockets del gran James Harden, nuevamente sin premio ante el poderío de los californianos.

Pintaba mal para el equipo de Durant y Curry al descanso. Campo adverso. Ocho abajo. Y casi siempre a remolque. La bronca en el vestuario debió de ser monumental. «He visto uno de los peores cuartos que hemos jugado nunca», le dijo el entrenador Steve Kerr a las cámaras de TNT. «Si logramos centrarnos, nos irá bien».

El tercer cuarto hundió a Houston. Curry se enchufó, tras una primera mitad muy discreta, para anotar 11 puntos consecutivos y cerrar el partido con 27, a los que sumó 10 asistencias y 9 rebotes. Lo mismo que hizo Durant, con su desgarbada plasticidad, para meterlas desde cualquier esquina y acabar como máximo anotador de la noche con 34 puntos. Mañana comienza una final histórica.