Escuaín es el tatico en la familia de Ordesa, el hermano pequeño. Convivir con Soaso, la Valle Verde, Bujaruelo o Añisclo no es fácil por comparación odiosa y provoca ser el menos visitado de los rincones del Parque Nacional del Monte Perdido. No por eso deja de ser un lugar hipnótico y salvaje. Es como si a Rihanna no le das el valor merecido por cantar junto a Nina Simone, Beyoncé, Ella o Aretha Franklin. El río Yaga también tiene su garganta de diva. Impresiona a la mirada y cautiva su bullicio ronroneo.

El acceso por carretera desde el Hospital de Tella indica una de las razones de su mayor silencio. Los baches, las curvas de Alpe d’Huez y las manifestaciones súbitas de ovejas obligan a que conduzca la paciencia y el respeto. No hay aparcamientos de supermercado en Rebilla. Se debe entrar a pie a su plaza con bancos con las marcas de cada familia ganadera, casazas recuperadas y alguna olvidada. En una de ellas reside la Estación Biológica Monte Perdido, aula medioambiental y sede de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, rapaz en peligro de extinción que se puede avistar por estos parajes.

Aparcamos antes, en el arcén herboso de la curva cerrada que da acceso a Rebilla. Desde aquí los indicadores nos guían hacia los Miradores, primer y cercano objetivo. La senda es algo aérea desde su partida, circundando una faixa. Pronto pasa las ruinas de la ermita rupestre de San Lorien, de breve visita con panel informativo.

Los carteles de entrada al Parque Nacional y de sus prohibiciones (¡drones no!) alertan que las atalayas están cercanas. Son miradores tremendos sobre la profunda garganta que ha labrado el Yaga: cascadas, pozas y barrancos que destrepan de la Montaña de Sessa o La Sarra por precipicios.

Seguiremos el sendero que parece que retorna a Rebilla y alcanza unos prados con hitos enormes como guía y una panorámica de 360 grados sobre el Castiello Mayor, Cotiella, Montañesa y al fondo Cuello Viceto, frontera con Añisclo. Desde aquí se puede bajar al pueblo, una opción para las familias con menores o perezosos.

Pegado a la roca y protegidos por pinares, se van atravesando el rincón de Angones con su caída de agua y luego oquedades reservadas para el ganado y con huellas de hogueras. Obviamos un ramal que señala a las alturas del Collado de Rebilla, paso a Pineta tras una buena sudada, y a la senda superior de Foratarruego, con su refugio y que irá paralela a la nuestra, buena alternativa para endurecer algo más la jornada.

Sí tomamos el siguiente desvío hacia Gurrundué Medio, bien señalado. El ascenso no es exigente pero sí tendido entre hayas, pinos y acebos, con atención porque las marcas van desapareciendo y se tiene que seguir el rastro. A mitad de tramo se engancha con la bajada que procede de Foratarruego, anteriormente citada. Merece la pena el último esfuerzo para llegar a un espolón rocoso desde el que aparece el Circo de Gurrundué, rincón de bella factura y poco transitado. Si se gira el cuello amanece Sestrales y Peña L’Ombre.

Pozas y cascadetas

Ahora toca deshacer los pasos y recuperar la dirección perdida en el anterior cruce para descender hasta el puente de Los Mallos. Este paso es tremendo, porque la garganta, frecuentada por barranquistas en verano, se estrecha muchísimo, casi abrazándose las paredes picadas por la erosión del naciente Yaga.

Pasado el colgado puente ahora hay que retomar la marcha en ascenso hacia la pista que nos llevará directos al pueblo de Escuaín, trayecto bien marcado por las señales verdes del Parque. En verano, cuando no está cortado, se recomienda, si no se tiene mucho vértigo, realizar el regreso por la Faja Cazcarra, al filo de la garganta, por un estrecho sendero aéreo que recuerda a la Senda de los Cazadores de Ordesa, y que flanquea cascadas y cuevas. Casi al final se conecta con la opción de descender a la surgencia del Yaga, bajada pronunciada y cautelosa con algún tramo de sirga y bajo cueva hasta las Fuentes del río.

El pueblo de Escuaín está casi deshabitado, con solo una vivienda recuperada, más el Centro de Visitantes. Y muchos gatos curiosos. Su lavadero sirve para renovar la cantimplora. Ahora solo queda volver a Rebilla, tomando la carretera que nos deja una fotografía de una cascada doble que se une junto al asfalto bajo el Castiello Mayor. Se desciende por las marcas de la GR15 hasta el cauce, sus pozas y más cascadetas. Se pasa de orilla y se alcanza el barranco de Buchervala por recovecos que invitan al baño antes de empalmar con la carretera que da acceso a Rebilla y poner fin a nuestro camino.