Cada vez quedan menos resquicios del futbolista de calle. Aquel que rehuye toda excentricidad, el que normaliza su profesión y escapa de subirse a la nube. Es una especie casi en peligro de extinción, aunque sigue habiendo excepciones. Daniel Lasure Briz es una de ellas. Lasure hace del equilibrio y la serenidad una poderosa virtud. Su nombre no es el que más retumba por megafonía. Tampoco incendia los corazones de la gente con acciones alumbradas por los flashes, sin embargo es la inquebrantable regularidad en su juego y su fuerte coraje lo que le hace ser un elemento de alto valor para el presente y el futuro del equipo.

Los orígenes de Lasure fueron como los de tantos otros chicos. De tardes enteras jugando hasta la hora de cenar bajo las dimensiones del fútbol sala, en su caso fue en un campo de El Olivar. Por aquel entonces ya acudía a la grada de La Romareda junto a su padre Daniel y su hermano Carlos. Uno de sus primeros pasos para jugar en el césped del estadio que idolatraba fue en el infantil B de Juan Carlos Justes, tras pasar por el Amistad. Las manos de Rafael Latapia también le moldearon en edad de infantil. Por aquel entonces era un joven de elegante pie zurdo que jugaba de mediocentro, en banda izquierda y hasta de mediapunta. «Se le notaba que tenía mucha calidad, tanto humana como deportiva. En el campo se le notaba ya esa inteligencia que demuestra ahora con el primer equipo. De joven tenía carencias defensivas y ahora es muy difícil desbordarlo», relata el preparador aragonés.

Lateral de casualidad

El azar es también un elemento de gran peso dentro del fútbol, bien lo sabe Lasure. El canterano zaragocista fue retrasado hacia la posición de lateral izquierdo, una demarcación un tanto tachada por los jóvenes, ansiosos de juego ofensivo y goles. Paco Román, por aquel entonces técnico del Cadete B zaragocista, puso a Daniel en el flanco zurdo ante la falta de piezas en esa posición. Paco lo cambió todo: «Lo hice muy a su pesar, pero desde el primer momento mostró una gran madurez. Asimiló muy bien su cambio de sitio. Es de esos chicos que admiten todo, de los que facilitan que el fútbol fluya en un equipo. En cuanto mejore el juego aéreo y sea mejor en el cuerpo a cuerpo será muchísimo más completo», explica Paco.

La evolución de este joven rubio que ahora cabalga por la banda zurda vestido de blanquiazul también ha estado bajo las órdenes de Emilio Larraz. Desde El Carmen ve cómo Lasure, uno de sus alumnos en el Deportivo Aragón, se está consagrando con el Real Zaragoza. «Es uno de esos futbolistas que cuando ves que está triunfando te alegras de forma especial. Está asumiendo con valentía la oportunidad en el primer equipo. Demuestra unos galones más propios de un jugador de mayor veteranía. Yo siempre lo he visto como un talento más aprovechable si pudiera jugar más adelantado. Todavía no hemos terminado de ver el potencial ofensivo de este chico. Podría rendir muy bien de interior porque entiende el fútbol y sabe desenvolverse muy bien en campo contrario», comenta el técnico del Ebro Emilio Larraz.

Daniel Lasure lleva desde los doce años en el Zaragoza. Siempre ha sido el chaval que no hacía ruido, al que jamás le han regalado nada. Su perseverancia le ha hecho asentarse en el lateral izquierdo del primer equipo, donde luce con asiduidad su actitud serena y de juego equilibrado. Esa es su esencia, y su principal virtud. Lasure es todo un proyecto de jugador bajo un ilusionante gran margen de crecimiento.