De los zaragocistas que disputaron la final sin duda fue David Villa el que más ha poblado su currículum deportivo, sobre todo en el Barça y en la selección española, donde es el máximo goleador histórico. Sin embargo, el estreno de su dilatado palmarés fue en Montjuic, con una Copa del Rey inolvidable para él. Fue decisivo por su peligro en ataque y Guti le hizo el penalti que originó el segundo gol, donde fue de nuevo infalible en la pena máxima para batir a César Sánchez. Todavía lograría una Supercopa unos meses más tarde con el Zaragoza, ante el Valencia, y después ha sumado, entre otros títulos, un Mundial, una Eurocopa, una Liga de Campeones, un Mundial de Clubs, dos Ligas, dos Copas más.... Pero el primer trofeo del ahora delantero del Atlético, el que nunca se olvida, fue aquel 17 de marzo del 2004 en Barcelona y con la camiseta zaragocista. Aquel día comenzó a hacerse gigante.

"Aquella Copa supuso mucho para mí, una alegría enorme. Es cierto que después han llegado, por suerte, más títulos. Pero aquel lo recuerdo con mucho cariño. ¡Han pasado ya 10 años! Esas sensaciones no se olvidan nunca", explica el delantero asturiano, que arribó al Zaragoza procedente del Sporting en el verano del 2003 y estuvo dos temporadas antes de marcharse al Valencia, que pagó 12 millones por él. "Guardo un recuerdo muy bonito e inolvidable de todo lo que se vivió, de la emoción, de la alegría y de todo lo que significó para la afición del Real Zaragoza aquel título".

David Villa tiene claro que la clave fundamental para derrotar al Real Madrid de los galácticos estuvo en que "afrontamos ese partido convencidos de que podíamos ganar. Teníamos una enorme confianza en nuestras posibilidades. Enfrente estaba el Real Madrid de Beckham, Zidane, Roberto Carlos o Raúl. Pero aquel Real Zaragoza también tenía una plantilla notable. Nos lo dejamos todo en la final".

Al filo del descanso llegó la acción decisiva del Guaje. "Por supuesto que la recuerdo. El balón me cayó a la pierna izquierda casi ya en el área pequeña después de un pase de cabeza de Álvaro tras una falta. Estaba a punto de disparar a puerta cuando Guti me golpeó en la pierna de apoyo. La verdad es que fue muy claro, ellos ni protestaron".

Villa tomó la pelota y con la misma sangre fría que siempre utilizó en las penas máximas --solo Apoño ha superado su récord de eficacia en esa suerte en el Zaragoza-- batió a César. "Mentalmente, siempre te haces una idea de cómo vas a lanzarlo. Intenté aguantar al máximo para que él se tirara hacia un lado. Se lanzó a su derecha y se lo marqué por su izquierda de disparo raso. Fue muy bonito marcar en mi primera final. Es de esos goles de los que no te olvidas por lo que significa", dice.

El refuerzo anímico

Anotó un gol psicológico, aunque después Roberto Carlos lo igualaría nada más volver del descanso: "Era vital marcarlo. Nos dio el 1-2 e irnos al descanso con ese refuerzo anímico de ver que éramos capaces de llevarnos el partido y la final".

Lo cierto es que Villa aún se emociona recordando aquel día, cuando marcó y pensó en "la afición que nos estaba animando en la grada y en la que lo estaba viviendo desde Zaragoza. Había una ilusión enorme en toda la ciudad", añade. Y concluye: "Aquella noche, el primer título, siempre se te queda grabado en la memoria. No puede ser de otra manera", sentencia.