El 10 de junio del 2002, el exárbitro aragonés Carlos Sanz volvió a nacer. Por cuarta vez. Desde que en aquella fecha estrenara un nuevo hígado ya ha conquistado tres medallas en varias competiciones para trasplantados. El año pasado, en el Mundial celebrado en Francia, se colgó el oro con el equipo de 4x100 relevos; hace unos días, repitió metal en el Europeo de Liubliana y añadió a su palmarés otra plata en la prueba de los 200 metros lisos. "También competí en los 100 lisos, pero quedé cuarto. El primer día nunca rindo a tope. No sé si será por los nervios, o la presión...", argumenta.

Sanz ya es un habitual de este tipo de torneos. El próximo Campeonato del Mundo tendrá lugar en London, una ciudad de Ontario (Canadá) cercana a las cataratas del Niágara, el próximo verano. "Antes, en diciembre, me gustaría participar en los Juegos Iberoamericanos que organizará Argentina. Pero para eso necesito la ayuda de mis patrocinadores: Deinta, Mann Filter y Puma", explica. Su única intención en cualquier actividad que realiza es transmitir un mensaje de esperanza: "Es necesario que se produzcan más donaciones. Después de un trasplante hay vida", asegura con su propio ejemplo.

El afán de superación que atesora, tanto en el deporte como en la vida, le ha llevado recientemente ha plantearse un nuevo reto. "Me estoy preparando para competir también en salto de longitud. Antes tenía problemas porque sufría unas pequeñas hemorragias, pero ya las he controlado. Y no me cuesta mucho sacrificio porque es el mismo entrenamiento que para las otras pruebas en las que participo", señala antes de agradecer la labor de sus entrenadores, los exatletas Pedro Pablo Fernández y Ester Lahoz. "Mi objetivo en cualquier competición siempre es luchar por el podio. Sólo los buenos resultados son los que tienen relevancia, y gracias a ella, puedo fomentar las donaciones", argumenta Sanz, de 43 años. "Por eso me he propuesto saltar una distancia entre 5´50 y 6 metros", anuncia.

Sanz suele compartir carreras con exdeportistas o personas muy bien preparadas físicamente, si bien también los hay con el único propósito de participar. "Para estar entre los cinco primeros en una competición hay que trabajar a diario. Yo sólo descanso los fines de semana", afirma. Ahora, una vez que su calvario ha quedado atrás, Sanz quiere lanzar una dedicatoria solidaria: "Ofrezco todas mis medallas a los donantes de órganos. Su existencia es fundamental".