Una jornada más, y otra jornada menos para hacerlo, y el Real Zaragoza sigue sin ganar. Ayer merodeó la victoria, la tuvo más cerca que nunca en los últimos tiempos, practicó un fútbol creíble para merecerla en un pasaje largo de la primera mitad, pero se le volvió a escurrir entre los dedos por las razones de antiguo. Así que la agonía continúa, con las posiciones de descenso en permanente amenaza. Ahí siguen, a dos puntos, aunque el equipo avanzó hacia adelante. El criterio de Víctor Muñoz empezó a ser visible con el once. Jugar con el mínimo número de troncomóviles posible, que alguno siempre habrá porque es inevitable, y poner en el campo el máximo talento del que dispone. La decisión de darle a Barkero la batuta como iniciador es un acierto. Sería conveniente persistir en ella hasta que el físico se le funda en las segundas partes. Nadie tiene su clarividencia en esta plantilla de terceras rebajas. E insistir también con Luis García. Es mayor, pero tiene más que el resto. Y pronto con Víctor. Y con Henríquez.

El Zaragoza trabajó bien el partido, llegó, generó ocasiones e hizo dos goles. Hasta marcó uno en una jugada pensada en la fábrica de la picardía. Pero, como tantas veces, el triunfo se escurrió por el desagüe de la fragilidad defensiva. El Alavés creó peligro casi cada vez que atacó y ninguno de los defensas, ni Leo Franco tampoco, mal en el primer tanto, evitaron el desmadre.

Si Víctor quiere empezar a ganar partidos, ha de ponerse a trabajar a fondo con esa línea. Tendrá difícil arreglarla por completo, porque el nivel individual da para muy poco. Pero quizá sí pueda esconder las vergüenzas personales debajo de un mejor trabajo colectivo en la parte de atrás. O lo hace o cualquier día sus defensas le van a matar de un susto.