Para no perder un partido y, por lo tanto, para multiplicar las posibilidades de ganarlo, es fundamental no encajar goles. Esto es una verdad de perogrullo, pero con esa fórmula tan simple y tan vieja han hecho fortuna muchos equipos en la historia del fútbol. Más todavía es posible hacerla en una categoría con las particularidades de esta Segunda tan equilibrada en la que cualquier virtud bien explotada, por pequeña que sea, marca la diferencia. El Deportivo es el ejemplo más reciente. Ascendió a Primera el año pasado con ese patrón tan rudimentario: seriedad atrás, buena colocación y muy pocos adornos más.

Para esta campaña entrante, a la que el Real Zaragoza va a llegar después de una pretemporada completamente atípica y con retraso con respecto a sus competidores, Víctor Muñoz lo ha tenido claro desde el primer día. Armar el equipo de atrás hacia delante, con prioridad absoluta para la estructura defensiva, forzado por la ausencia de delanteros en la plantilla pero sobre todo por convicción y convencimiento. Ese mismo libro de estilo es el que Martín González promulgó públicamente en su presentación como el ideal para caminar por Segunda con expectativa de éxito. Y, justamente por ahí, por la línea defensiva, la primera que cerró, y por los mediocentros comenzó su trabajo de reestructuración.

El pasado domingo, en la presentación del Real Zaragoza contra el Villarreal ya se intuyó lo que Muñoz pretende. Un equipo que se junte mucho, que bascule en bloque, con un buen posicionamiento sobre el césped, cuya base sea el esfuerzo colectivo y el trabajo táctico, que crezca desde la defensa, que sea difícil de ganar y que la confianza en el modelo acabe generando seguridad en el mismo. Como gritan en los pabellones de la NBA: 'defense, defense, defense'.