Con sombrero cordobés, gritos de "torero, torero" y una amplia sonrisa, el alemán John Degenkolb celebró su victoria al esprint en la cuarta etapa de la Vuelta, prueba de supervivencia por el intenso calor a través de 164 kilómetros en la que se mantuvo al frente de la general el australiano Michael Matthews (Orica).

Degenkolb, de 25 años, otra perla de la escuela alemana de velocistas, aprovechó una de las pocas opciones que tendrá este año. Era su día, lo tenía marcado y apareció como un rayo en la recta de meta para superar con autoridad al español Vicente Reynes (Iam) y al líder, que además rebañó 4 segundos.

Un desenlace previsible, pues nada relevante sucedió en el único aliciente antes de meta, el Alto del Catorce por Ciento, a 25 kilómetros de meta, donde Valverde se lanzó en un viaje sin convicción, "a ninguna parte", que fue reducido por el esfuerzo común de todos sus rivales y respectivos equipos. Demasiado para el murciano.

Un día más que salvaron los jerarcas de la Vuelta. Quintana vive tranquilo segundo en la general, esperando las cumbres; Valverde es tercero, ileso de la caída cerca de Arcos, Contador se va recuperando de sus molestias en la rodilla y gana tiempo con el paso de los días, Purito espera sus muros, y Froome luce una incógnita imposible de descifrar. Todos en medio minuto.

Mairena del Alcor, localidad de culto al flamenco, lanzó la etapa camino de Córdoba a 35 grados. Algo así como un puerto adicional, pero permanente y machacante, hasta la ciudad de la Mezquita. Pero, ¿quién dijo miedo? En este deporte siempre hay valientes. El equipo Sky preparó 250 bidones de agua para sus 9 corredores. Algunos corredores llegan a perder hasta 4 kilos de peso con calor extremo.

Cuatro se animaron a salir del pelotón por la comarca de Los Alcores, en un desafío al horno asfaltado. Ahí estaba el fugitivo habitual Javier Aramendía, navarro del Caja Rural, el estonio Joeaar, de apellido sonoro y que se podría confundir con una expresión muy española, y los franceses Turgot y Engoulvent. Una aventura que marcó unas horas el paso del pelotón, de nuevo gobernado por el Orica del líder Michael Matthews, que no quería despedirse del maillot rojo. Y lo defendió con uñas y días, por eso la fuga se anuló en la primera tachuela, el Alto de San Jerónimo, a tiro de piedra del primer paso por Córdoba.

Al final, en el Alto del Catorce por Ciento, tensó el Movistar para romper el pelotón y mover una de sus piezas de lujo. Valverde hizo de Nibali y atacó en el descenso. Fue para nada. Los que tenían que aparecer, aparecieron. La victoria era cosa de gente rápida, de Degenkolb.