Jugar con fuego, o sin él dentro del candil, como es el caso, tienen sus consecuencias. El Real Zaragoza ha cometido todo tipo de pecados individuales y colectivos, para, a falta de confirmación oficial, quedarse en Segunda División una temporada más. Ni uno solo venial. Por causas de estrechez económica y sobre todo de la angostura profesional de Jesús García Pitarch y Paco Herrera, la plantilla nació herida en defensa y muerta en el centro del campo. Si le quedaba alguna gota de aire, el director general se encargó de estrangular la medular para ajustar gastos. No se ha ganado el valenciano el título de profesor de Economía: con sus malabarismos, el club está en bancarrota y a un mes de la desaparición, lobotomía administrativa que se ha trasladado a un equipo incapacitado para transitar con la pelota, para tejer y destejer con criterio en corto ni profundizar con precisión. Si hubiera contado con un futbolista como Antonio Longás, un ejemplo de máxima proximidad en todos los sentidos, es más que probable que sus penas hubieran siedo menos e incluso a lo mejor con margen para la alegría. El Sabadell, donde ordena y manda el zaragozano, lucha por la promoción en una categoría en la que un estornudo te lleva a la tisis y una aspirina te hace campeón del mundo de culturismo.

En la rueda de prensa posterior al frustrante encuentro del sábado, a Víctor Muñoz le buscaron las cosquillas y se las dejó encontrar. "Tendría que estar jugando en el Zaragoza sin duda", dijo el técnico cuando se le recordó la clase magistral del canterano durante el partido. A Longás aún se le observa como una perla de la casa despreciada y forzada al exilio, y en esta época de vacas esqueléticas, es normal que se añore su natural toque de distinción. En su currículum tan solo figuran diez presencias en Primera División, con el último Real Zaragoza de Víctor Fernández y el primero de Agapito Iglesias. Puede que alguien se equivocara al no ofrecerle más tiempo, pero siete años sin regresar a la élite y una larga travesía por Segunda y Segunda B quizás digan también algo en su contra. Muñoz puso sus palabras en el contexto actual. Claro que sería Pirlo.

En cualquier lugar del fútbol, no falta un catalizador más o menos decoroso. Transmite respeto, le buscan sus compañeros como referencia universal y en sus pies, la pelota nunca es una lotería. Paco Herrera primero y Víctor Muñoz después han sufrido la fragilidad de la zaga y un potencial ofensivo reducido al día que tenga Roger. Sin embargo, ambos entrenadores han coincidido en compensar el vacío creativo abrochando el centro del campo con variopintos experimentos.

Arzo, que vino de central, ejerce ahora de irregular guardián de la boya que ocupaba Paglialunga. Barkero, Luis García, Cidoncha, Abraham, el doliente Acevedo, Tarsi, Movilla, José Mari, Carlos Javier, Anton , Víctor Rodríguez y, por último, Álvaro Tierno han pasado por el laboratorio sin que los técnicos hayan dado grosor constructivo a esa línea. Así, el Real Zaragoza de los harapos de Pitarch se ha quedado desnudo sin un modisto. Sin un Longás.