La gente andaba en el descanso echando cuentas de Primera, de verdad. Eran las de la lechera, claro. Media hora después, ni leche, ni huevos, ni pollo, ni vaca, ni nada. El cántaro se había roto y el panorama era bien otro, tanto que se pasó de soñar con el ascenso, en enajenación general --delirios eran, dislates propios de la emoción--, incluso de verlo bien factible, según se mirase, a pensar que otro gol del Sabadell condenaba otra vez a pelear por el descenso. Ni una cosa ni otra, ya se sabe. El empate deja al Zaragoza en su punto, en ese gris oscuro con el que ha teñido toda la temporada. Toda. No peleará por el ascenso ya, salvo anormal fenómeno que no parece ni en esta paranoia. Ni por su propia fe, ni por su talento o virtud. Tampoco por los rivales, que deberían perder casi todo para abrirle las puertas de un cielo que no merece.

Así, las cosas, como el descenso parece sellado, lo que queda es tortura. Solo un partido ya en casa. Por fortuna, pensará más de uno. Porque si ayer hubo manifestación, se imagina que la poca gente que también vaya a ver al Sporting lo hará con ganas de manifestarme más, y de guerra. Al final, con victoria o derrota, el enemigo número uno sigue en casa. Y eso queda claro siempre en La Romareda, donde no hay perdón para el soriano ni en estados de efervescencia.

Hubo ayer un momento de excitación antes de lo de la lechera y tal. Fue así, para creérselo. Pero en esta casa el clímax de la ebullición siempre acaba igual. Es decir, cargando contra Agapito, que dice que se va, o dicen que eso dice, pero ahí está, no se sabe muy bien dónde. En fin, que si aragoneses, que si alemanes, que si mexicanos... Que si esta semana sí, que si la otra será. Le faltaría al círculo de bulos y personajes de cuento --como el de la lechera, sí-- decir que son oregoneses. Visto el circo que es este Zaragoza, igual es solo cuestión de tiempo.

En fin, que lo que queda es miseria. Dirán que es la misma indigencia de toda la temporada, con razón. Pero ahora ya no hay horizonte que valga, ni nebloso ni centelleante. Lo que queda es apechugar, con lo del campo y lo otro. Y si alguno tiene por el Zaragoza el amor que dice sentir, de los que mandan o pueden, más les valdría empezar a preparar la temporada que viene.

Primero hay que pensar en un entrenador apegado a la tierra y a la realidad, que sepa lo que se cuece aquí y cómo manejarlo. Después, conjugar una plantilla que merezca el escudo. Se sabe que no está la cosa para súper estrellas, pero se ha visto en esta categoría lo que hay, lo que tienen los demás, lo que cuestan. Que se puede hacer, vamos. Solo hace falta un poco de talento y buen ojo. Que Longás no juegue con los otros tampoco vendría mal. Se trata de fichar bien, cosa que no entiende el Zaragoza hace años, y hacerlo pronto. Claro si hay que moverse al ritmo de Agapito, ya se sabe dónde acabará. Otra vez defraudando.