El Real Zaragoza vio cómo se le escapaban dos puntos en Anduva, en un partido que debió y mereció ganar con el gol de Pedro, pero que mandó al limbo en el descuento, cuando Urko Vera empató entre el despiste general del equipo aragonés y el particular de Rico, Fernández y Whalley. El arbitraje de González Fuertes, sibilino en el reparto de amarillas y que acabó con la exagerada expulsión de Jaime, sospechoso habitual para los colegiados, mientras consintió más dureza en el cuadro local, influyó en el desenlace del choque, pero no es menos cierto que al Zaragoza, al que el empate le hizo acabar el año fuera de la promoción, nunca se le debieron escapar esos puntos y que un ejercicio de autocrítica sincero implica cerrar un partido como el de Miranda antes y no dejarlo a expensas de un despiste global final.

Ese mismo ejercicio de autocrítica también señala que este Zaragoza debe madurar como equipo, tratar de mejorar como bloque e intentar gobernar mejor los partidos si de verdad quiere pensar en subir. Es imposible, dadas sus limitaciones, que los gobierne por completo, pero sí debe evitar errores como el que le penalizó en Anduva.

Da la impresión, eso sí, que los árbitros le están arrebatando más que dando y que es más fácil sacarle amarillas que a sus rivales. A Jaime es muy fácil. Ni él supo confirmar si fue penalti o no la acción que le supuso la segunda cartulina por su caída, pero el colegiado pudo ahorrársela. No se la sacó a Juanjo por simular una falta después. Por no hablar de la salvaje entrada de Aitor a Pedro, que debió ser expulsión. Solo vio amarilla.

Dejando claro ese desigual reparto en las amarillas, ganar en Miranda, por mucho que el equipo local, limitado y solo práctico, llevara cuatro triunfos seguidos en la Liga antes del duelo de ayer, es obligado para el Zaragoza. Para el de los tiempos de mayor esplendor y para el raquítico actual. Y no lo hizo. En Anduva no vale merecer ganar, hay que ganar. Y punto.

INTENSO E IMPRECISO

Dicho esto, el Zaragoza soltó un partido global aceptable, incluso de mayor consistencia defensiva que en otros encuentros, con Cabrera como jefe de operaciones atrás, aunque acabara encajando un gol y aumentando a 11 las jornadas seguidas sin dejar su marco a cero. El Mirandés salió a no jugar, con un fútbol directo y arcaico y el Zaragoza intentó combinar más que su rival. La falta de precisión arriba se lo impidió, aunque Razak, en el inicio del choque, quisiera ayudar.

Aseguraban que el portero de Ghana estaba en forma y así lo decían las estadísticas en su marco de las últimas semanas, pero su inicio de partido fue de juzgado de guardia. No atajó un remate de tacón de Eldin y Borja no lo aprovechó, salió mal en un córner y Eldin tampoco pudo anotar y se comió un centro lateral de Rico que casi acaba en gol. El Zaragoza, con poco fútbol, pero más que su rival, que solo trataba de llegar en envíos en largo que entre Whalley y Cabrera desbarataban, aún pudo marcar en un córner mal rematado por Dorca y en un disparo de un Jaime activo que dio en un defensa.

El partido, en todo caso, era más aburrido que otra cosa, con una terrible pobreza futbolística. El Mirandés no quería el balón y el Zaragoza, con Galarreta apagado, no sabía tenerlo. Con todo, aún pudo adelantarse el Mirandés antes del descanso, pero Urko Vera remató mal un buen pase de Carnicer.

Tras el intermedio, el Zaragoza mantuvo el tipo, bien adaptado al difícil e irregular campo de Anduva y a la espera de que un gramo de fútbol le diera la opción de marcar. Borja, otra vez desacertado, no encontró el gol porque se durmió para que Ortiz se anticipara a su remate y mandó fuera una contra de Eldin con el bosnio solo para que le devolviera el balón. Quien sí encontró puerta fue Pedro, con un gran remate a centro de Fernández. Es su cuarta diana del curso. Está claro que la segunda línea zaragocista tiene mucha pegada.

Quedaba más de media hora y el Zaragoza se encontró de nuevo con otro problema en la zaga, con la lesión de Lolo para que Dorca pasara al eje y el irregular Basha saliera a la sala de máquinas. El Mirandés percutió por el carril zurdo de Álex García y Urko Vera pudo empatar, lo mismo que Jordi Pablo, que casi sorprendió a Whalley.

El reloj avanzaba, el Zaragoza reculaba y la rigurosa expulsión de Jaime, al que Popovic debió proteger cambiándolo antes, aún dio más motivos al equipo para pegarse a Whalley. Quedaban diez minutos, no debió pasar nada, solo el tiempo, pero el Mirandés empató. Tenía preparado Popovic el cambio de Tato para perder tiempo, salió el balón por fuera, el Zaragoza se durmió pero no los recogepelotas, menos aún Igor, que puso el centro y por supuesto Urko Vera, que se anticipó a Fernández mientras Whalley fallaba en la salida. Gol. Empate. Rabia con el árbitro y demasiado castigo, pero es necesaria la reflexión para un equipo que con Popovic compite siempre y ha logrado 8 puntos de 12 pero que aún tiene asignaturas muy pendientes.